Joaquín Casariego (Santa Cruz de Tenerife, 1948), ha escrito una historia apasionante, donde siendo la arquitectura y el urbanismo el hilo conductor, refleja en paralelo los avatares de una época, la personalidad de los actores que participaron en el proceso de asentamiento colonial y la estructura y condiciones culturales y humanas del territorio.
Casariego es uno de los arquitectos que destacan en el panorama de la arquitectura española. Habitual en con-cursos de ámbito nacional, no hay cuestión arquitectónica o urbanística que le resulte lejana y que no suscite de inmediato su interés. Tiene una curiosidad universal y un deseo de saber insaciable, que le hace aportar ideas, proponer alternativas, buscar soluciones, no solo en lo relativo estrictamente al ámbito de la arquitectura, y que ha demostrado una capacidad extraordinaria como investigador. Este libro lo prueba. Sus proposiciones son siempre un compendio de rigor e imaginación, que, reunidas y comparadas con la evolución autónoma de la realidad, dejan una sensación de nostalgia por la ciudad y la isla y las islas que pudieron ser y no fueron. Esta mezcla enriquecedora de rigor e imaginación, producto de un profundo conocimiento, incentivado por un espíritu emprendedor siempre joven y dispuesto, hacen de él un brillante profesional y enseñante de alto nivel que, por ejemplo, ha sido reconocido por la Universidad de Harvard (Massachusetts, EE.UU.) como uno de sus destacados profesores en la ‘Graduate School of Design’. Doctor arquitecto y catedrático de Urbanística y Ordena-ción del Territorio de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, donde enseña urbanismo desde 1977, y de la que fue director entre 1987 y 1991, ha sido asimismo profesor visitante en la Graduate School of Design, Harvard University, USA, en 1994, 1995 y 2000, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Metropolitana de Caracas, Venezuela, en 2001, 2002 y 2004, en la Staedelschule de Arquitectura de Frankfurt, 2003, en la Design School de Filadelfia, Universidad de Pensilvania, en 2010, y en la Universidad Europea de Madrid en 2011 . Ha sido miembro del Consejo Rector de la AEEA (Asociación Europea para la Enseñanza de la Arquitectura) entre 1995 y 1998 y publicado varios libros de urbanismo entre los que destaca Las Palmas: Dependencia, Marginalidad y Autoconstrucción (IEAL, 1987), Waterfronts, de nuevo (Ayuntamiento de Las Palmas, 1999) y “Environments of Opportunity: Redevopment on the waterfront of Las Palmas” (Harvard University Press, 2001). Dirige la serie de urbanismo Exploraciones y es miembro del consejo de redacción de la revista Cartas Urbanas.
Destaca Casariego que la gran ventaja de El Aaiún fue que el planeamiento se hizo sin la presión del factor suelo. La ocupación militar del territorio, y la ausencia de una previa propiedad privada, o al menos personalizada, permitió a los proyectistas militares plasmar la ciudad ideal, llevarla directamente de los planos a la construcción. Esto es algo infrecuente, excepcional. Muy pocos arquitectos han tenido esta oportunidad: no preocuparse ni por la propiedad del suelo ni por la extensión de los solares. Luego todo cambió, naturalmente, cuando el conjunto urbano se fue poblando y desarrollando. Poco a poco el suelo empezó a tener dueño, afloraron otras presiones… Y apareció la especulación, que es uno de los factores no naturales que más condicionan el territorio. Solo veo ―tampoco soy un profesional de la arquitectura― a dos arquitectos que hayan tenido una oportunidad semejante, llevar su imaginación del papel cebolla y la tinta china al suelo: el urbanista Lùcio Costa y el arquitecto Oscar Niemeyer, padres de Brasilia, la nueva capital para Brasil que soñó el presidente Juscelino Kubistchek. El primero se encargó del planeamiento, y el segundo de los edificios más emblemáticos, iconos, a partir de entonces, del Brasil moderno.
Casariego es uno de los arquitectos que destacan en el panorama de la arquitectura española. Habitual en con-cursos de ámbito nacional, no hay cuestión arquitectónica o urbanística que le resulte lejana y que no suscite de inmediato su interés. Tiene una curiosidad universal y un deseo de saber insaciable, que le hace aportar ideas, proponer alternativas, buscar soluciones, no solo en lo relativo estrictamente al ámbito de la arquitectura, y que ha demostrado una capacidad extraordinaria como investigador. Este libro lo prueba. Sus proposiciones son siempre un compendio de rigor e imaginación, que, reunidas y comparadas con la evolución autónoma de la realidad, dejan una sensación de nostalgia por la ciudad y la isla y las islas que pudieron ser y no fueron. Esta mezcla enriquecedora de rigor e imaginación, producto de un profundo conocimiento, incentivado por un espíritu emprendedor siempre joven y dispuesto, hacen de él un brillante profesional y enseñante de alto nivel que, por ejemplo, ha sido reconocido por la Universidad de Harvard (Massachusetts, EE.UU.) como uno de sus destacados profesores en la ‘Graduate School of Design’. Doctor arquitecto y catedrático de Urbanística y Ordena-ción del Territorio de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, donde enseña urbanismo desde 1977, y de la que fue director entre 1987 y 1991, ha sido asimismo profesor visitante en la Graduate School of Design, Harvard University, USA, en 1994, 1995 y 2000, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Metropolitana de Caracas, Venezuela, en 2001, 2002 y 2004, en la Staedelschule de Arquitectura de Frankfurt, 2003, en la Design School de Filadelfia, Universidad de Pensilvania, en 2010, y en la Universidad Europea de Madrid en 2011 . Ha sido miembro del Consejo Rector de la AEEA (Asociación Europea para la Enseñanza de la Arquitectura) entre 1995 y 1998 y publicado varios libros de urbanismo entre los que destaca Las Palmas: Dependencia, Marginalidad y Autoconstrucción (IEAL, 1987), Waterfronts, de nuevo (Ayuntamiento de Las Palmas, 1999) y “Environments of Opportunity: Redevopment on the waterfront of Las Palmas” (Harvard University Press, 2001). Dirige la serie de urbanismo Exploraciones y es miembro del consejo de redacción de la revista Cartas Urbanas.
Destaca Casariego que la gran ventaja de El Aaiún fue que el planeamiento se hizo sin la presión del factor suelo. La ocupación militar del territorio, y la ausencia de una previa propiedad privada, o al menos personalizada, permitió a los proyectistas militares plasmar la ciudad ideal, llevarla directamente de los planos a la construcción. Esto es algo infrecuente, excepcional. Muy pocos arquitectos han tenido esta oportunidad: no preocuparse ni por la propiedad del suelo ni por la extensión de los solares. Luego todo cambió, naturalmente, cuando el conjunto urbano se fue poblando y desarrollando. Poco a poco el suelo empezó a tener dueño, afloraron otras presiones… Y apareció la especulación, que es uno de los factores no naturales que más condicionan el territorio. Solo veo ―tampoco soy un profesional de la arquitectura― a dos arquitectos que hayan tenido una oportunidad semejante, llevar su imaginación del papel cebolla y la tinta china al suelo: el urbanista Lùcio Costa y el arquitecto Oscar Niemeyer, padres de Brasilia, la nueva capital para Brasil que soñó el presidente Juscelino Kubistchek. El primero se encargó del planeamiento, y el segundo de los edificios más emblemáticos, iconos, a partir de entonces, del Brasil moderno.