Germán es un estudiante de química con una vida poco ajetreada hasta que sus amigos le piden que los acompañe en un viaje a la sierra de Hidalgo. Él, algo comprometido y sin muchos ánimos, acepta.
Llega a una comunidad rural, en medio de los cerros, donde se enfrenta a una realidad que desconocía: la manera en la que la gente se las arregla para subsistir ahí. Temeroso e inseguro, se dedica a armar los invernaderos para estas familias; proyecto por el cual aquel grupo de amigos se encuentra en ese lugar.
Después de unos días de arduo trabajo y de las incomodidades, empieza a desear que el viaje termine. Ya tuvo la experiencia, ya se enfrentó a lo desconocido, ya se demostró a sí mismo que puede salir del laboratorio de la universidad a enfrentarse a lo “salvaje”. Pero, para su desgracia, lo mandan a él y a su compañera Daphne a buscar otro lugar para poner un último invernadero que les ha sobrado.
De mala gana baja a “San Bernabé”, el pueblo donde cada lunes se pone “la plaza” —el mercado de la semana donde todas las comunidades y todas las personas del municipio van a vender lo que producen y a abastecerse de víveres hasta la semana siguiente— donde encuentra a Áli y a Cosme, dos jóvenes de alguna comunidad cercana que venden maíz, frijoles y una gallina.
Germán considera qué, de entre todas las personas que vio en la plaza, elegiría a ellos para beneficiarlos con el proyecto. Nuestro protagonista les platica del proyecto de los invernaderos y Cosme, muy emocionado acepta. Áli, la que resultó ser la vecina de Cosme, no le agrada que lleguen extraños a su comunidad, pero al ver la emoción de su compañero, no dice nada.
Germán y Daphne llegan a la comunidad dónde los jóvenes viven, llamada Tamoanchan. Un lugar cubierto casi completamente por una densa niebla que no les deja ver nada. Trabajan un par de días y justo la última noche cae una tormenta como pocas veces Germán había visto. Al otro día, muy temprano llega Cosme apesadumbrado porque su invernadero se había caído. Daphne, apenada le dice que ya se tienen que ir porque sus compañeros los esperan para volver a la ciudad. Germán, al ver a Cosme tan triste, decide quedarse para arréglalo. A Daphne por supuesto que no le agrada en lo absoluto, pero dentro de ella sabía que él lo necesita. Así que lo deja.
Germán es bien recibido por la gente del lugar y poco a poco la niebla va cediendo, mostrándole un paraíso con un enorme y bellísimo árbol en el centro, donde predadores y presas conviven en armonía; conoce a las personas que viven ahí, gente mayor a excepción de los dos jóvenes.
Una tarde, gente del muncipio llega a la comunidad a obligarlos a pagar por servicios que no necesitan; entre ellos la seguridad. Por la noche, esas mismas personas queman la casa de Cosme para demostrar por qué es necesario que paguen por ese servicio, sin embargo no contaban con que Germán los enfrentaría en un acto de valentía, y después los demás pobladores de Tamoanchan le ayudarían, mostrando unas maravillosas habilidades.
Doña Aquilea, la dueña del lugar, lo lleva a conocer a cada una de las personas que viven ahí, explicándole qué es lo que sucede en ese lugar donde cada individuo posee materia ligera de algún personaje mítico.
Germán poco a poco va formando parte de la comunidad, al ayudarles en sus actividades. Se entera de que aquellos jóvenes, apoyados por su comunidad le ayudan a las demás comunidades vecinas; organizan el tequio, una manera de organización para que cada localidad ponga de su parte y progresen todos al mismo tiempo.
En uno de los viajes a las comunidades, el presidente municipal se hace de palabras con Germán, lo golpea y lo encierra en el palacio municipal. Lugar del que sus nuevos amigos lo rescatan haciendo uso de sus habilidades.
Germán, impactado y temeroso, decide regresar a la ciudad para pensar en todo lo sucedido y darse cuenta de que no está loco. Una vez en la ciudad se arrepiente y vuelve de inmediato, pero la comunidad ha desaparecido.
Llega a una comunidad rural, en medio de los cerros, donde se enfrenta a una realidad que desconocía: la manera en la que la gente se las arregla para subsistir ahí. Temeroso e inseguro, se dedica a armar los invernaderos para estas familias; proyecto por el cual aquel grupo de amigos se encuentra en ese lugar.
Después de unos días de arduo trabajo y de las incomodidades, empieza a desear que el viaje termine. Ya tuvo la experiencia, ya se enfrentó a lo desconocido, ya se demostró a sí mismo que puede salir del laboratorio de la universidad a enfrentarse a lo “salvaje”. Pero, para su desgracia, lo mandan a él y a su compañera Daphne a buscar otro lugar para poner un último invernadero que les ha sobrado.
De mala gana baja a “San Bernabé”, el pueblo donde cada lunes se pone “la plaza” —el mercado de la semana donde todas las comunidades y todas las personas del municipio van a vender lo que producen y a abastecerse de víveres hasta la semana siguiente— donde encuentra a Áli y a Cosme, dos jóvenes de alguna comunidad cercana que venden maíz, frijoles y una gallina.
Germán considera qué, de entre todas las personas que vio en la plaza, elegiría a ellos para beneficiarlos con el proyecto. Nuestro protagonista les platica del proyecto de los invernaderos y Cosme, muy emocionado acepta. Áli, la que resultó ser la vecina de Cosme, no le agrada que lleguen extraños a su comunidad, pero al ver la emoción de su compañero, no dice nada.
Germán y Daphne llegan a la comunidad dónde los jóvenes viven, llamada Tamoanchan. Un lugar cubierto casi completamente por una densa niebla que no les deja ver nada. Trabajan un par de días y justo la última noche cae una tormenta como pocas veces Germán había visto. Al otro día, muy temprano llega Cosme apesadumbrado porque su invernadero se había caído. Daphne, apenada le dice que ya se tienen que ir porque sus compañeros los esperan para volver a la ciudad. Germán, al ver a Cosme tan triste, decide quedarse para arréglalo. A Daphne por supuesto que no le agrada en lo absoluto, pero dentro de ella sabía que él lo necesita. Así que lo deja.
Germán es bien recibido por la gente del lugar y poco a poco la niebla va cediendo, mostrándole un paraíso con un enorme y bellísimo árbol en el centro, donde predadores y presas conviven en armonía; conoce a las personas que viven ahí, gente mayor a excepción de los dos jóvenes.
Una tarde, gente del muncipio llega a la comunidad a obligarlos a pagar por servicios que no necesitan; entre ellos la seguridad. Por la noche, esas mismas personas queman la casa de Cosme para demostrar por qué es necesario que paguen por ese servicio, sin embargo no contaban con que Germán los enfrentaría en un acto de valentía, y después los demás pobladores de Tamoanchan le ayudarían, mostrando unas maravillosas habilidades.
Doña Aquilea, la dueña del lugar, lo lleva a conocer a cada una de las personas que viven ahí, explicándole qué es lo que sucede en ese lugar donde cada individuo posee materia ligera de algún personaje mítico.
Germán poco a poco va formando parte de la comunidad, al ayudarles en sus actividades. Se entera de que aquellos jóvenes, apoyados por su comunidad le ayudan a las demás comunidades vecinas; organizan el tequio, una manera de organización para que cada localidad ponga de su parte y progresen todos al mismo tiempo.
En uno de los viajes a las comunidades, el presidente municipal se hace de palabras con Germán, lo golpea y lo encierra en el palacio municipal. Lugar del que sus nuevos amigos lo rescatan haciendo uso de sus habilidades.
Germán, impactado y temeroso, decide regresar a la ciudad para pensar en todo lo sucedido y darse cuenta de que no está loco. Una vez en la ciudad se arrepiente y vuelve de inmediato, pero la comunidad ha desaparecido.
