Un grupo ocasional de mílites forma un "comando", nada eutrapélico, en torno a un teniente excéntrico y macarra que acoge y estimula lo que tienen de artístico, maldito, intelectual, confuso o raro algunos jóvenes que cumplen su servicio militar en el campamento o el cuartel. El campo y las cimas del Pirineo les rodean, los jefes y oficiales hacen su vida, los brigadas y sargentos gallean y se dan aires y el teniente coronel don Antonio Tejero Molina conspira en la Capital. Es el ejército de variado pelaje y lleno de recelos que integran "los hijos del desarrollo", el que sigue a la Transición y Gobierno de Adolfo Suárez, y el "comando Lautréamont" es la puerta de escape de una estructura desprestigiada y empobrecida, elemental y rígida, que no interesa, aunque los hombres caídos en su maraña constituyan un material único de observación para los ojos críticos y penetrantes del soldado Marcos González Estoquera, que estará de guardia durante algunas de las horas en que Tejero secuestra a los diputados del Congreso en Madrid... (Medardo Fraile)
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