“Y un día cambió. Dijo que fue después de una conversación telefónica con Néstor Kirchner, entonces presidente, quien lo llamó para explicarle por qué había comprado dos millones de dólares después de una operación inmobiliaria. El Gobierno, entonces –para usar un término de la militancia política–, lo empezó a ‘atender’: se encontró con algunos ministros, habló con otros funcionarios y se produjo la magia. Si ser kirchnerista se convirtió en un adjetivo, tan kirchnerista se hizo Víctor Hugo Morales que, en un discurso a la nación, Cristina sugirió que iba a tomar su propuesta y pesificar sus ahorros en dólares, en medio de una corrida cambiaria. Los motivos de la conversión son un enigma: hay quienes creen que su odio a Clarín es tan grande que transformó en amor al odio de su adversario. Frente a la mención de la palabra Clarín, Víctor Hugo reacciona como un niño adoptivo al que le mintieron toda la vida. La hipótesis sería verosímil si el propio Víctor Hugo no hubiera, hace algunos años, tratado de negociar con Radio Mitre, con quien no llegó a un acuerdo económico. Pero, y entonces, ¿quién es Víctor Hugo Morales, vecino de Buenos Aires y de Nueva York, melómano aficionado –acomplejado, creen algunos–, uruguayo de nacimiento y kirchnerista por adopción? ¿Es cierto que no tiene en su agenda ‘ni el teléfono de un militar’ el relator estrella de la televisión uruguaya durante la dictadura? Solo periodistas uruguayos podían correr ese velo. Leonardo Haberkorn y Luciano Álvarez lo hacen. Siempre me pregunté por qué Víctor Hugo reaccionaba tan violentamente cuando Pablo Sirvén lo calificaba de ‘converso’. En este libro encontré la respuesta.” Jorge Lanata
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