Una aventura increíble y trepidante en la que lo que parece fantástico es real y lo que parece real es ficción.
Pocas epopeyas hay, en la Historia de la Humanidad, capaces de compararse con el descubrimiento de Latinoamérica. Increíblemente, su conquista es la gran ausente de la novelística mundial. Se ha novelado la historia de Grecia, de Roma, de Egipto, la colonización de la India o de África. Se comprende que no esté divulgada la historia de los hititas o de los tartesios; miles de años nos separan de ellos, y la reconstrucción histórica es difícil, dados los pocos testimonios que nos quedan. Pero, ¿qué decir del imperio maya, azteca o inca, cuyas costumbres, política, religión, comidas y vestidos están profusamente recogidos por los cronistas de Indias, en su mayor parte soldados metidos a escritores, muchas veces más interesados en narrar cuanto veían que sus propias hazañas?
Como decía el historiador Carlos F. Lummis, refiriéndose a España, “ninguna otra nación madre dio a luz cien Stanleys y cuatro Julios César en un siglo”. Césares que eran capaces de destruir sus naves para impedir la vuelta atrás. O de trazar una raya en el suelo, como hiciera Francisco Pizarro en la Isla del Gallo, decidiendo, en contra de su propia gente y del representante legal, el descubrimiento del Perú.
Porque la conquista de pocos imperios ha sido tan apasionante como la del inca.
Sinopsis
Año 1526 de la cronología cristiana, funestos presagios sacuden al imperio inca. El Inca Huayna Capac manda realizar sacrificios para entender el alcance de estos augurios. Y no queda duda: se trata de la destrucción de su imperio a manos del dios Viracocha, el dios creador del mundo; un dios de piel blanca y rostro peludo que volverá a la Tierra para juzgar los pecados de los hombres.
Aunque Huayna Capac no lo sepa los Viracochas ya han llegado a su imperio. Son las naves de Francisco Pizarro, en viaje de exploración por las costas peruanas.
La novela trata del descubrimiento e increíble conquista del Perú. Al lector le será fácil distinguir qué partes son históricas y cuáles noveladas. Si un suceso parece real es producto de la imaginación. Si parece increíble, es un hecho histórico.