En El rey se inclina y mata Herta Müller se cuestiona su propia escritura y los condicionamientos históricos y políticos a los que ésta se halla sometida: la dictadura rumana de Ceausescu, donde creció y donde se forjó su conciencia lingüística y política hasta su exilio en Berlín. Asimismo, el lenguaje constituye el centro de todas sus reflexiones: el lenguaje como instrumento de poder y de represión, pero también como posibilidad de resistencia y de autoafirmación frente al poder totalitario. Parte esencial de esta reflexión está formada por los recuerdos de su infancia y de su familia, de esa familia cuya lengua era el alemán. Surge así el perfil, tan definido como impactante, de una experiencia vital bajo el régimen totalitario a la que la autora responde, muy consecuentemente, con una obra literaria que ha merecido el Premio Nobel.
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