No hay nada tan específicamente colombiano como Macondo. Pero, a la vez, y precisamente por ello, no hay nada más universal. Porque lo universal se construye desde lo concreto, y no desde abstracciones de pretendido “cosmopolitismo”. Sin la Colombia rural sería impensable la narrativa de Gabriel García Márquez. O sin la Persia del siglo XI, sería imposible la poesía de Omar Jayyam. Y sin embargo, las rubaiyyat de Jayyam y los Cien años de soledad de García Márquez trascienden su sociedad y su época. Quiero decir con esto que, en los grandes escritores, aún condicionados por su tiempo y por su sociedad, encontramos lo básicamente universal, general, humano. Ese hálito poderoso que hace que sintamos su literatura como la expresión de nuestro propio espíritu, a miles de kilómetros o cientos de años de distancia.
Al adentrarnos en el magnífico libro que ahora tienen en sus manos, esa misma sensación nos invade. Por un lado, nos encontramos con todos los grandes temas que siempre ha abordado la gran literatura. Y por otro, y desde estas islas solas perdidas en medio del océano, vemos profundamente reflejadas las características de lo que se ha llamado "el alma canaria", mostrando claramente que lo insular no es más que una categoría de lo universal.
Sin embargo, en la literatura canaria, y salvo honrosas excepciones, se echaba de menos nuestro propio relato de siglos de soledad, de las historias que nos han conformado como somos y como nos sentimos.
El sombrero de paja, viene a cubrir ese vacío. Y lo hace no desde la añoranza o la nostalgia, no desde los tópicos o la nostalgia. Bien al contrario, se trata de un libro lleno de personajes vivos, con sus claroscuros, sus dramas y sus alegrías, que van desarrollando sus vidas ante nuestros ojos con realismo, con pasión y, también, con el humor socarrón con que los canarios afrontamos las vueltas del destino.
José Medina responde a la exigencia que Oscar Wilde expresaba: "Para ser escritor sólo hacen falta dos cosas: tener algo que contar, y contarlo". Porque, a diferencia de la narrativa al uso, aquí pasan cosas. No se trata de aburridos monólogos metafísicos sobre traumas de interés sólo para un acomodado autor. Bien al contrario, El sombrero de paja es una sucesión de historias entrelazadas, verdaderamente extraordinarias, que componen una narración coral única, que nos atrapan, nos entretienen y, al final, nos dejan con ganas de más.
Estamos ante una novela escrita con sangre, con deleite, con perspicacia, con fuego. Y, en consecuencia, en la que el estilo literario se pone al servicio de la historia y los personajes, logrando algo poco habitual en la literatura escrita en castellano, y que es preciso subrayar: una prosa ágil y sumamente entretenida, y un vivísimo dominio de los diálogos, algo que parecía reservado a la literatura anglosajona.
Todo lo cual contribuye a un libro fácil de leer y que atrapa al lector desde el inicio, arrastrándonos no solo a las historias de La Aldea y sus habitantes, sino a nuestra propia historia desde nuestra propia manera de ver el mundo, a las raíces de la propia condición de lo humano.
Al adentrarnos en el magnífico libro que ahora tienen en sus manos, esa misma sensación nos invade. Por un lado, nos encontramos con todos los grandes temas que siempre ha abordado la gran literatura. Y por otro, y desde estas islas solas perdidas en medio del océano, vemos profundamente reflejadas las características de lo que se ha llamado "el alma canaria", mostrando claramente que lo insular no es más que una categoría de lo universal.
Sin embargo, en la literatura canaria, y salvo honrosas excepciones, se echaba de menos nuestro propio relato de siglos de soledad, de las historias que nos han conformado como somos y como nos sentimos.
El sombrero de paja, viene a cubrir ese vacío. Y lo hace no desde la añoranza o la nostalgia, no desde los tópicos o la nostalgia. Bien al contrario, se trata de un libro lleno de personajes vivos, con sus claroscuros, sus dramas y sus alegrías, que van desarrollando sus vidas ante nuestros ojos con realismo, con pasión y, también, con el humor socarrón con que los canarios afrontamos las vueltas del destino.
José Medina responde a la exigencia que Oscar Wilde expresaba: "Para ser escritor sólo hacen falta dos cosas: tener algo que contar, y contarlo". Porque, a diferencia de la narrativa al uso, aquí pasan cosas. No se trata de aburridos monólogos metafísicos sobre traumas de interés sólo para un acomodado autor. Bien al contrario, El sombrero de paja es una sucesión de historias entrelazadas, verdaderamente extraordinarias, que componen una narración coral única, que nos atrapan, nos entretienen y, al final, nos dejan con ganas de más.
Estamos ante una novela escrita con sangre, con deleite, con perspicacia, con fuego. Y, en consecuencia, en la que el estilo literario se pone al servicio de la historia y los personajes, logrando algo poco habitual en la literatura escrita en castellano, y que es preciso subrayar: una prosa ágil y sumamente entretenida, y un vivísimo dominio de los diálogos, algo que parecía reservado a la literatura anglosajona.
Todo lo cual contribuye a un libro fácil de leer y que atrapa al lector desde el inicio, arrastrándonos no solo a las historias de La Aldea y sus habitantes, sino a nuestra propia historia desde nuestra propia manera de ver el mundo, a las raíces de la propia condición de lo humano.