La lectura de El sueño de Alicia, cuentos de pluma ingeniosa, provoca caminares por los vericuetos vitales del ser humano, caminante dejado al vaivén de las exterioridades de los objetos y del tiempo de los relojes. La prosa de estos relatos alude a quienes se sienten mejor con su impacto en la superficie de la piel de los otros, porque lo otro, no vivir en sí mismo, abandonar el mundo de sí mismo, es morir viviendo; prosa del tránsito de la vida sometida al límite entre andar seguros, dejados al ordenamiento por las cosas, o ser los mismos, hundiéndose en el abismo de lo insondable de los sueños, aunque se esté atento y vuelto al propio ser; relatos para desconocerse y verse como sombras que persiguen el propio cuerpo; y ese otro yo, que vigila sin dejar de ser su propia corporeidad.
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