Durante la Primera Guerra Mundial, el joven teniente Sturm aprovecha las pausas en los combates para anotar sus observaciones sobre la guerra, contemplada como ley universal de la existencia, y el Estado moderno, una maquinaria esclavizadora del individuo en la era de la técnica. Lector voraz de Baudelaire o Huysmans, antiguo estudiante de zoología en Heidelberg, Sturm es también un escritor en ciernes al que le gusta leer esbozos de una novela que está escribiendo a dos oficiales amigos suyos. Roído por la contradicción constante entre vida activa y vida contemplativa, recrea en esos pasajes una concepción vitalista y aventurera de la existencia, así como el vértigo de la vida en las ciudades: un escenario expresionista para el arte y la sensualidad de los cuerpos.
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