El valle de los espejos rotos desarrolla el doloroso retorno en mil novecientos sesenta, de un emigrante canario, Salvador Cabral, desde Venezuela, el paraíso que tantas esperanzas despertó. Años en que los acontecimientos políticos y sociales marcaron para siempre a la sociedad isleña que, dormida en la burbuja del desarrollo, no siempre tenía conciencia de los vaivenes sociales que iban transformando la sociedad española de principios de los sesenta. El escenario está desarrollado en dos espacios: una ciudad, Las Palmas, urbana, de pensiones, bares y paradas de piratas para los habitantes del interior y una sociedad agraria, La Aldea, con fuertes remanentes de desquites del Pleito de 1.927. Ambas sociedades son el abono del que brotan nuevos personajes: Raúl Cabral un hijo ambicioso e imbuido en el Régimen, una esposa, Rosario Quintana, con carácter fuerte ante un Salvador roto, humillado y frustrado, Marcelino Espino, patético alcalde, títere de las fuerzas vivas del municipio, que desencadena los extravíos de la separación, la muerte y la venganza. Heterogéneos personajes secundarios contribuyen en mostrar la huida de la existencia, la desaparición de la alegría de vivir y que, al mirarse en el espejo no se reconocen y vuelven a destrozarlo en mil pedazos.
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