La inmigración es un mito fundacional de la Argentina moderna. Desde fines del siglo XIX, dio forma a la identidad de una nación, y alentó uno de los rasgos más sólidos de nuestra sociedad: la de ser el receptáculo de poblaciones en viaje entre diferentes mundos, viajes que, la mayoría de las veces, se volvieron permanencias.
Hoy, tras décadas de estudios, tenemos una idea acabada del proceso inmigratorio. Sabemos en qué momento fue más intenso, desde qué lugares llegaron estos nuevos habitantes y por qué debieron cruzar el Atlántico. Sabemos también cómo se adaptaron, cómo nos enriquecieron con sus culturas y cómo sufrieron la lejanía de su tierra natal. Pero por curioso que parezca, todo este conocimiento se ha formado siempre en torno a los adultos. A quienes llegaron para rehacer su vida lejos de su lugar de origen, buscando la segunda oportunidad. En un cono de sombras han quedado los niños, miles de niños, que arribaron a Buenos Aires casi sin saber qué les aguardaba. Dejando atrás recuerdos precoces e intensos, sabores, un paisaje familiar que a menudo hará las veces de paraíso perdido.
Este libro cuenta la historia de un puñado de personajes, y sin embargo sus relatos se proyectan más allá de la singularidad de sus vidas. Se trata de hombres y mujeres que en la niñez y en la adolescencia temprana vivieron en diferentes regiones de Europa en los tiempos de la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, la posguerra y el franquismo. Y, en la mayoría de los casos, llegaron a la Argentina en los años finales de la década de 1940.
Con la pericia de historiadora, con la sensibilidad y el talento de una escritora, María Bjerg escribió un libro que es una pintura de la infancia en tránsito. A partir de diversas historias de vida, El viaje de los niños se convierte en un retrato conmovedor de la inmigración. Nos permite entender la manera en que la memoria marca la existencia, nos recuerda que el pasado nunca pasa pero cambia a medida que lo revivimos, nos deja ver de cerca ese proceso de adaptación, a menudo inacabado, que es vivir en tierras lejanas y a la vez propias.
Hoy, tras décadas de estudios, tenemos una idea acabada del proceso inmigratorio. Sabemos en qué momento fue más intenso, desde qué lugares llegaron estos nuevos habitantes y por qué debieron cruzar el Atlántico. Sabemos también cómo se adaptaron, cómo nos enriquecieron con sus culturas y cómo sufrieron la lejanía de su tierra natal. Pero por curioso que parezca, todo este conocimiento se ha formado siempre en torno a los adultos. A quienes llegaron para rehacer su vida lejos de su lugar de origen, buscando la segunda oportunidad. En un cono de sombras han quedado los niños, miles de niños, que arribaron a Buenos Aires casi sin saber qué les aguardaba. Dejando atrás recuerdos precoces e intensos, sabores, un paisaje familiar que a menudo hará las veces de paraíso perdido.
Este libro cuenta la historia de un puñado de personajes, y sin embargo sus relatos se proyectan más allá de la singularidad de sus vidas. Se trata de hombres y mujeres que en la niñez y en la adolescencia temprana vivieron en diferentes regiones de Europa en los tiempos de la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, la posguerra y el franquismo. Y, en la mayoría de los casos, llegaron a la Argentina en los años finales de la década de 1940.
Con la pericia de historiadora, con la sensibilidad y el talento de una escritora, María Bjerg escribió un libro que es una pintura de la infancia en tránsito. A partir de diversas historias de vida, El viaje de los niños se convierte en un retrato conmovedor de la inmigración. Nos permite entender la manera en que la memoria marca la existencia, nos recuerda que el pasado nunca pasa pero cambia a medida que lo revivimos, nos deja ver de cerca ese proceso de adaptación, a menudo inacabado, que es vivir en tierras lejanas y a la vez propias.