El presente libro está escrito desde la perspectiva de un nuevo paradigma científico: el paradigma de la consciencia. El paradigma actual de la ciencia sigue siendo el paradigma materialista, al que yo llamo con frecuencia paradigma corpuscular. Es un paradigma superado ya por la física actual, que lo mantuvo hasta el principio del siglo XX, pero del que salió poco a poco, de la mano de Einstein, y de los físicos cuánticos. La biología en cambio, ha entrado en el siglo XX en el paradigma materialista, y parece poco dispuesta a abandonarlo. ¿Y esto por qué? Principalmente se debe a que los biólogos y médicos han encontrado lo que ellos llaman los mecanismos esenciales de la vida en la célula. Han aplicado los métodos de la ingeniería genética que han abierto la puerta a las grandes industrias farmacéuticas y bio genéticas para realizar grandes negocios. Y como todo esto funciona a la perfección desde la óptica materialista, ¿por qué cambiar ese punto de vista, que parece servir sus intereses a la perfección?
Pero la ciencia no puede continuar basándose en un paradigma falso, por más que le esté dando resultados prácticos. Las personas de este siglo, ya no se sienten cómodas cuando se habla del cuerpo humano como si fuese una máquina (por más que se diga que se trata de una máquina de enorme perfección) Mucha gente ha abandonado el concepto religioso tradicional (al que llamo religioso corpuscular) porque lo encuentran ya superado, pero no encuentran todavía que la ciencia haya encontrado el camino para sustituirlo por uno más amplio, que es el ondulatorio (o de la consciencia). La ciencia sigue inmersa en la vieja visión materialista, y no ha dado claramente el paso todavía, para entender el espíritu. Esto es algo que debe cambiar, si es que la ciencia quiere desplazar definitivamente los fundamentalismos religiosos, que tanto daño hacen. Si la ciencia continua moviéndose en el paradigma corpuscular materialista, las viejas doctrinas religiosas seguirán tratando de mantener el terreno de la espiritualidad como algo propio, lo cual es un gran obstáculo para el desarrollo espiritual de nuestro tiempo.
Por ello, la ciencia tiene que dar el paso hacia el paradigma de la consciencia, encontrando que su papel no es negar al Dios del Universo (no exactamente el Dios de las religiones), sino señalar su presencia. No es el papel de la ciencia encontrar a ese Dios, pero sí poner en claro su existencia. Para ello tiene que empezar a aceptar y estudiar las experiencias de aquellos que han tenido un conocimiento directo de la consciencia cósmica (el Dios del Universo), tanto si ha tenido lugar por métodos tradicionales de oración y contemplación, como si ha sido utilizando la práctica de la meditación, o de formas no sistemáticas, como pueden ser las experiencias cercanas a la muerte o los sueños. La ciencia no puede seguir negando la realidad de tales experiencias. Al contrario, tiene que comprenderlas y aceptarlas como parte esencial de nuestro campo de conocimiento. Solo así podrán ponerse en claro las contradicciones que se dan en todos los campos de estudio de la realidad física, y que la ciencia no es capaz de comprender.
El presente libro pretende poner solamente un granito de arena en la construcción del nuevo paradigma científico, desde la perspectiva de la consciencia. No busca otra cosa que contribuir a ello, desde la experiencia zen, y la experiencia como profesor de Ciencias de la Naturaleza de su autor, ambas unidas durante más de 30 años. Solo espero que el lector obtenga algún beneficio (sea al nivel que sea) y lo encuentre ameno.
Pero la ciencia no puede continuar basándose en un paradigma falso, por más que le esté dando resultados prácticos. Las personas de este siglo, ya no se sienten cómodas cuando se habla del cuerpo humano como si fuese una máquina (por más que se diga que se trata de una máquina de enorme perfección) Mucha gente ha abandonado el concepto religioso tradicional (al que llamo religioso corpuscular) porque lo encuentran ya superado, pero no encuentran todavía que la ciencia haya encontrado el camino para sustituirlo por uno más amplio, que es el ondulatorio (o de la consciencia). La ciencia sigue inmersa en la vieja visión materialista, y no ha dado claramente el paso todavía, para entender el espíritu. Esto es algo que debe cambiar, si es que la ciencia quiere desplazar definitivamente los fundamentalismos religiosos, que tanto daño hacen. Si la ciencia continua moviéndose en el paradigma corpuscular materialista, las viejas doctrinas religiosas seguirán tratando de mantener el terreno de la espiritualidad como algo propio, lo cual es un gran obstáculo para el desarrollo espiritual de nuestro tiempo.
Por ello, la ciencia tiene que dar el paso hacia el paradigma de la consciencia, encontrando que su papel no es negar al Dios del Universo (no exactamente el Dios de las religiones), sino señalar su presencia. No es el papel de la ciencia encontrar a ese Dios, pero sí poner en claro su existencia. Para ello tiene que empezar a aceptar y estudiar las experiencias de aquellos que han tenido un conocimiento directo de la consciencia cósmica (el Dios del Universo), tanto si ha tenido lugar por métodos tradicionales de oración y contemplación, como si ha sido utilizando la práctica de la meditación, o de formas no sistemáticas, como pueden ser las experiencias cercanas a la muerte o los sueños. La ciencia no puede seguir negando la realidad de tales experiencias. Al contrario, tiene que comprenderlas y aceptarlas como parte esencial de nuestro campo de conocimiento. Solo así podrán ponerse en claro las contradicciones que se dan en todos los campos de estudio de la realidad física, y que la ciencia no es capaz de comprender.
El presente libro pretende poner solamente un granito de arena en la construcción del nuevo paradigma científico, desde la perspectiva de la consciencia. No busca otra cosa que contribuir a ello, desde la experiencia zen, y la experiencia como profesor de Ciencias de la Naturaleza de su autor, ambas unidas durante más de 30 años. Solo espero que el lector obtenga algún beneficio (sea al nivel que sea) y lo encuentre ameno.
