ERASMO, (1467-1536), nació en Rotterdam e ingresó en la orden de los Agustinos. Sin embargo, gracias a la protección del obispo de Cambrai, fue autorizado a salir del claustro y viajar por Europa. Sus principales obras fueron una edición en griego del Nuevo Testamento (1516), seguida de una paráfrasis en latín; el “Elogio de la locura” (1511) y “El manual del caballero cristiano”, que fue traducido al español en 1526. No era teólogo, sino más bien filólogo, profundo conocedor del pensamiento y arte del mundo clásico. Pero para Erasmo y sus seguidores, el valor de los estudios clásicos consistía precisamente en que podían ser de una gran utilidad en el cometido de alcanzar una mejor comprensión del cristianismo, elucidando sus textos fundadores. En España, el erasmismo tuvo un formidable impacto. Fueron notables erasmistas Juan Luis Vives, Juan de Vergara, Alfonso de Valdés y Andrés Laguna. Tanto la Corona española como la Universidad de Alcalá, ofrecieron protección a los erasmistas españoles. No obstante, mediada la década de los 30, Carlos V llegó a un acomodo con el Papa, al tiempo que la propagación del protestantismo por Alemania hizo parecer peligroso el erasmismo, de modo que el emperador abandonó a sus antiguos protegidos y permitió que la Inquisición los persiguiera con acusaciones de iluminismo. A pesar de ello, la corriente del erasmismo se mantuvo subterránea y llegó a influenciar la obra del más grande escritor del Siglo de Oro, Miguel de Cervantes.
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