La soledad no es una experiencia episódica, sino que caracteriza profundamente el alma humana: toca profundamente todos los acordes y tonos emocionales, nos acompaña durante toda la vida, allanando el camino para el desarrollo interior. La soledad real, cuando se ama, se puede llegar a los más grandes placeres. Saber estar solo nos ayuda a sentirnos mejor con los demás porque tiene algo propio que ofrecer y compartir, sin caer en la adicción y la necesidad constante de confirmación de afecto. A menudo pensamos que otros puedan hacernos felices. De hecho, nuestra felicidad depende sólo de nosotros. Tenemos que buscar "el amante" dentro de nosotros. El regalo de la soledad es la capacidad de valerse por sí mismos sin sentir la falta de nadie. Es un sentimiento maravilloso que siente el alma cuando nos conectamos con el yo superior y la energía universal, distanciándose de las tensiones del mundo caótico.
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