De aquí a un tiempo atrás la práctica política se ha convertido en una comedia. Sólo que el teatro donde se efectúa es grande, todo un país. La comedia se nombra como la trágica historia del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Es la increíble y triste historia de un proyecto no realizado, cercenado antes de nacer; este crimen se comete a nombre de la misma semilla que se impide germinar. Es una tragedia digna de Sófocles; no es el hijo que mata al padre; son los encargados de hacer germinar la semilla los que la matan, en sus inicios. ¿Por qué lo hacen? ¿Valga a saber? Los asesinos no reconocen su crimen; dicen más bien, que dejaron que crezca la planta, la presentan señalando que está ahí, gozando de la luz del sol. Lo que muestran es el viejo árbol del Estado-nación, una anciana señorona vestida con traje nativo, adecuado para una adolescente. El cuadro no podía ser más grotesco.
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