Todo empezó aquella madrugada en que los mitos y las angustias se revolvían en los corazones de quienes despertaban y deambulaban por las calles a las cuatro de la mañana, en medio de la interminable espera por llegar a ser cada quien merecedores de un mejor cupo durante el transcurso de una extensa fila, aunque al final de esta siempre se resguardaba el mejor puesto para un suspicaz gato y su deambulante Amo, sin la preocupación de ser desalojados de aquel lugar en que reposaban con gran cansancio sus cuerpos sentados, de espaldas contra la pared y sobre el pavimento, aunque en ciertas circunstancias se hiciera eterno el tiempo a la espera de un cliente, al cual, se le pudiera negociar el puesto en la fila o en el peor de los casos alguien se quejara por hurtar su billetera y salir corriendo como solía pasar. Pero todo, era un simple y vano pensamiento que imploraba a gritos silenciosos un simple y vano momento de acción, justo cuando las manecillas del reloj giraron y giraron indescifrablemente, mientras la espera era cada vez mayor; como una tortura de aburrimiento y expectativa para todos los que acudían a tan multitudinaria fila. De repente; el sol fue asomando con su reflejo en las nubes, desde la cima de la cordillera montañosa algo verde, algo erosionada, lo cual, provocó que los seguidores del sueño americano se mantuvieran en vela, despiertos, atentos, sin dar ventaja a cualquier disimulado transeúnte que se les pudiera usurpar su luchado puesto frente a la Embajada Americana.
Fue así, como cada quien se fue olvidando de la monotonía y sugestiva situación de espera, con el paso lento de las horas y del incesante frio que se percibe en Santafé de Bogotá durante las horas de la mañana en pleno mes de Marzo, algo despreocupados, algo cansados, pero todos conglomerados frente a la entrada de la Embajada Americana a la espera de solicitar la visa como si de un remoto anhelo provocado por la angustiosa necesidad de triunfo se tratara. Sucumbió la oscuridad con el cielo que se abría, y con él la esperanza de siquiera tener la oportunidad de cumplir el sueño de ser grandes al explorar más allá de las fronteras que limitaban el territorio nacional, pero que a la hora de la verdad era mental, ya que cada quien se limitaba en su noción imaginaria de los sitios más propicios para explorar en aquel país anhelado por habitar; conforme a su percepción de lo conocido y recomendado por uno que otro personaje del vecindario o por lo que sólo se veía en el cine, la Internet o la televisión.
Fue así, como cada quien se fue olvidando de la monotonía y sugestiva situación de espera, con el paso lento de las horas y del incesante frio que se percibe en Santafé de Bogotá durante las horas de la mañana en pleno mes de Marzo, algo despreocupados, algo cansados, pero todos conglomerados frente a la entrada de la Embajada Americana a la espera de solicitar la visa como si de un remoto anhelo provocado por la angustiosa necesidad de triunfo se tratara. Sucumbió la oscuridad con el cielo que se abría, y con él la esperanza de siquiera tener la oportunidad de cumplir el sueño de ser grandes al explorar más allá de las fronteras que limitaban el territorio nacional, pero que a la hora de la verdad era mental, ya que cada quien se limitaba en su noción imaginaria de los sitios más propicios para explorar en aquel país anhelado por habitar; conforme a su percepción de lo conocido y recomendado por uno que otro personaje del vecindario o por lo que sólo se veía en el cine, la Internet o la televisión.