El proceso privatizador que las actuales autoridades sanitarias están fervientemente empeñadas en aplicar podría acelerar el final de la psiquiatría como pretendida ciencia médica. Una psiquiatría que se diluye en una evanescente “salud mental”, que por un lado implica una desmesurada medicalización farmacológica, y por otro se distribuye en múltiples gabinetes privados de psicología cognitivo-conductual.
Las denominadas enfermedades mentales, antes claramente conceptualizadas, han sido sustituidas por innumerables desórdenes mentales: depresivos, bipolares, obsesivo-compulsivos, personalidades límite… De modo que los locos, a los que todo el mundo podía identificar ahora parecen no existir. En casos especialmente descontrolados son ingresados brevemente en las unidades psiquiátricas de los hospitales generales. Desmedicalizados por decreto y reconvertidos en marginados sociales, muchos fueron concentrados en centros supuestamente rehabilitadores, otros hubieron de ser “recogidos” por familiares o debieron vagabundear por las calles.
Es indudable que la crisis económica aumenta las desigualdades sociales e incrementa la demanda de atención en salud mental, se ignoran las necesidades de las poblaciones empobrecidas al tiempo que se promociona la oferta privada. Bastaría con sometier a los enfermos a tratamiento ambulatorio forzoso. La tranquilidad de la mayoría silenciosa justificará la merma de los derechos civiles de los ciudadanos rebeldes o enloquecidos. No se volverá a los grandes manicomios del pasado, demasiado caros e indignos.
Las denominadas enfermedades mentales, antes claramente conceptualizadas, han sido sustituidas por innumerables desórdenes mentales: depresivos, bipolares, obsesivo-compulsivos, personalidades límite… De modo que los locos, a los que todo el mundo podía identificar ahora parecen no existir. En casos especialmente descontrolados son ingresados brevemente en las unidades psiquiátricas de los hospitales generales. Desmedicalizados por decreto y reconvertidos en marginados sociales, muchos fueron concentrados en centros supuestamente rehabilitadores, otros hubieron de ser “recogidos” por familiares o debieron vagabundear por las calles.
Es indudable que la crisis económica aumenta las desigualdades sociales e incrementa la demanda de atención en salud mental, se ignoran las necesidades de las poblaciones empobrecidas al tiempo que se promociona la oferta privada. Bastaría con sometier a los enfermos a tratamiento ambulatorio forzoso. La tranquilidad de la mayoría silenciosa justificará la merma de los derechos civiles de los ciudadanos rebeldes o enloquecidos. No se volverá a los grandes manicomios del pasado, demasiado caros e indignos.