James Ellroy va diciendo por ahí que es el mejor escritor de Negra del mundo. Y lo hace por dos razones. La primera porque lo es. Y la segunda porque no ha leído a Julián Ibáñez. Si lo hubiera hecho, miraría a izquierda y derecha antes de abrir la bocaza. No pasa nada, Mr. Ellroy: la mayoría de los escritores patrios de Novela Negra no resisten ni la comparación. Muchos de ellos al leer a Ibáñez sienten unos deseos de encerrarse en casa y no salir. Releer a Miss Marple y seguir viendo CSI ad eternum. Es lógico. Este veterano autor (Santander, 1940), parada obligatoria para lectores de Novela Etiqueta Negra es bueno. Muy bueno. Insultantemente bueno.
Cuando la pesca a orillas del Tajo se lo permite, el señor Ibáñez nos envía sus libros. Fiel a su cita, consecuente, puntual, eficaz, duro, definitivo. Un mundo sórdido, de arrabal, de carretera secundaria, sin lecciones por aprender ni tiempo para hacerlo. Entre trago y trago es otro ejercicio de estilo, oficio y talento. De saber las reglas del juego y apurarlas. Las cartas son las mismas de siempre pero el croupier las baraja y las da, rápidas y –cómo debe ser- marcadas. Su lenguaje -personal, verosímil, intransferible- propicia que se te quede el polvo del arcén en la garganta. Que el sabor del licor te abrase el estómago. Que te queme el deseo. Que el neón o los faros, las linternas o las navajas en la oscuridad no te impidan seguir andando a ciegas. No sólo sabe construír un mundo sino que lo hace con palabras y escenarios, diálogos y renuncias que parecen no deber nada a nadie.
¿El argumento de Entre trago y trago? Gitana, es la Pandora de Polígono y ropa de mercadillo, que los dioses dejan en las afueras de Talavera. Maza, el amo de un bar de alterne, se encapricha de ella para su local y la compra. Digna sucesora de todas las Pandoras que en el mundo han habido, la chica genera calamidades, huracanes y desastres aquí y allá. Además de ese personaje femenino, cruce de gato montés y mujer, y del prota, un superviviente que trata de entender y arreglar el caos, un montón de buenos secundarios. Gente que aparece en partidas de cartas, sirviendo copas en bares y tras persianas, trapicheando con droga, guripas y mujeres. En fin, eternos ingredientes, mezclados, servidos, jaleados y reventados por un tipo como Julián Ibáñez, pescador de caña y escritor tremendo. Ellroy ha tenido suerte. El Tajo no pasa por Los Ángeles.
Carlos Zanón (Avui. Barcelona)
El binomio novela negra y Julián Ibáñez funcionan a la perfección. Es más, me atrevería a decir algo más y es lo siguiente: no se concibe la novela negra española sin este autor. (Sergio Torrijos. Calibre 38)
Uno de los maestros de la novela negra española (Blog de Cruce de Cables)
Cuando la pesca a orillas del Tajo se lo permite, el señor Ibáñez nos envía sus libros. Fiel a su cita, consecuente, puntual, eficaz, duro, definitivo. Un mundo sórdido, de arrabal, de carretera secundaria, sin lecciones por aprender ni tiempo para hacerlo. Entre trago y trago es otro ejercicio de estilo, oficio y talento. De saber las reglas del juego y apurarlas. Las cartas son las mismas de siempre pero el croupier las baraja y las da, rápidas y –cómo debe ser- marcadas. Su lenguaje -personal, verosímil, intransferible- propicia que se te quede el polvo del arcén en la garganta. Que el sabor del licor te abrase el estómago. Que te queme el deseo. Que el neón o los faros, las linternas o las navajas en la oscuridad no te impidan seguir andando a ciegas. No sólo sabe construír un mundo sino que lo hace con palabras y escenarios, diálogos y renuncias que parecen no deber nada a nadie.
¿El argumento de Entre trago y trago? Gitana, es la Pandora de Polígono y ropa de mercadillo, que los dioses dejan en las afueras de Talavera. Maza, el amo de un bar de alterne, se encapricha de ella para su local y la compra. Digna sucesora de todas las Pandoras que en el mundo han habido, la chica genera calamidades, huracanes y desastres aquí y allá. Además de ese personaje femenino, cruce de gato montés y mujer, y del prota, un superviviente que trata de entender y arreglar el caos, un montón de buenos secundarios. Gente que aparece en partidas de cartas, sirviendo copas en bares y tras persianas, trapicheando con droga, guripas y mujeres. En fin, eternos ingredientes, mezclados, servidos, jaleados y reventados por un tipo como Julián Ibáñez, pescador de caña y escritor tremendo. Ellroy ha tenido suerte. El Tajo no pasa por Los Ángeles.
Carlos Zanón (Avui. Barcelona)
El binomio novela negra y Julián Ibáñez funcionan a la perfección. Es más, me atrevería a decir algo más y es lo siguiente: no se concibe la novela negra española sin este autor. (Sergio Torrijos. Calibre 38)
Uno de los maestros de la novela negra española (Blog de Cruce de Cables)