Desde el momento en que Samantha entró en su oficina, Belinda supo que su nueva secretaria sería un problema. Samantha era sensual y se impuso desde el primer momento como la que iba a tener el control. Belinda rápidamente se vio fantaseando con Samantha tomando el control de ella en lo emocional y sexual. La fantasía crece hasta el punto irresistible y Belinda se pregunta cómo pudo perder el control, o si alguna vez lo tuvo. Arrodillada, ella ya no es la jefa, y se pregunta qué le demandará Samantha sabiendo que a cualquier cosa que pida ella le obedecerá.
Esta es una historia corta explícita de aproximadamente 5.000 palabras. Contiene lenguaje gráfico y temas sexuales. Está destinada sólo para adultos que están interesados en este material para su consumo en jurisdicciones donde su venta y disfrute no viola leyes locales.
Extracto:
El día continuó y Belinda no dejaba de mirar, frecuentemente, a través de la ventana a Samantha. Observaba mientras la belleza de cabello oscuro se inclinaba para tensar las costuras de sus medias negras por la parte de atrás de sus piernas, hasta llegar por debajo de su vestido. Belinda miraba todo como en cámara lenta, mientras se imaginaba las curvas de su trasero bajo la ropa. A las cinco en punto decidió que ningún trabajo sería terminado ese día, así que empacó todo en su maletín para irse a casa.
Se detuvo frente al escritorio de Samantha antes de salir. “Bueno, feliz noche. Espero hayas tenido un agradable primer día”. Su mano posada en el escritorio le ofrecía un apoyo necesario. El vestido de Samantha tenía desabrochado un botón más, y con cada inhalación su escote se acentuaba más.
“Lo fue, Belinda, gracias”. Samantha levantó su mirada hacia sus ojos y Belinda sintió la suave palma de ella tocar su mano, algo se derritió en su interior. Se disculpó y apresuradamente se dirigió a la salida. Durante todo el camino a casa pudo sentir el rastro de la mano de esa mujer en su piel.
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Extracto:
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Se detuvo frente al escritorio de Samantha antes de salir. “Bueno, feliz noche. Espero hayas tenido un agradable primer día”. Su mano posada en el escritorio le ofrecía un apoyo necesario. El vestido de Samantha tenía desabrochado un botón más, y con cada inhalación su escote se acentuaba más.
“Lo fue, Belinda, gracias”. Samantha levantó su mirada hacia sus ojos y Belinda sintió la suave palma de ella tocar su mano, algo se derritió en su interior. Se disculpó y apresuradamente se dirigió a la salida. Durante todo el camino a casa pudo sentir el rastro de la mano de esa mujer en su piel.