«Cuando hablamos de criticar el arte, no hablamos de considerar las cualidades más o menos objetivables de algo que hemos convenido en de- signar como obra de arte , sino de cuestionar, cabría decir de un modo trascendental, los fundamentos ideológicos mismos que nos han llevado no sólo a convertir a una serie de objetos en una especie de excepción en el reino de las cosas, sino a considerar incluso que en ellos habitan revelaciones trascendentes que nos sitúan de modo inmediato en el reino de la verdad. Hablamos más bien de replantear el propio estatuto ontológico del Arte en tanto realidad histórica un tanto estupefaciente, de la misma forma en que el pensamiento ilustrado se atrevió a cuestionar las verdades más o menos inconmensurables del discurso religioso.»
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