Al caminante, un buen día de enero le cayó del cielo la idea de recorrer España de sur a norte par-tiendo de Sevilla; al caminante le gusta escribir y contar lo que le pasa por el magín cuando va de acá para allá. El caminante, en fin, un buen día cogió sus trastos y se echó al camino del invierno a ver qué era eso de chapotear en el barro, arrostrar los inconvenientes de la nieve y la lluvia, seguir levantándose cada día a las seis de la mañana y comprobar si el frío y la inspiración podían seguir siendo compatibles.
Este libro es la continuación de otro, El camino de la Plata, dado que el camino al final no terminó en Santiago sino que continuó hasta Irún por el Camino Norte, y cuenta las experiencias de un caminante dado a filosofar y a escribir sobre todo aquello que se tercia y encuentra en su sendero.
El orden narrativo del libro es contrario al que cabe esperar dado que habiendo comenzado a caminar en Sevilla y llegado a Santiago de Compostela el modo lógico para hacer el Camino Norte era comen-zarlo en Santiago para terminarlo en Irún.
Este libro es la continuación de otro, El camino de la Plata, dado que el camino al final no terminó en Santiago sino que continuó hasta Irún por el Camino Norte, y cuenta las experiencias de un caminante dado a filosofar y a escribir sobre todo aquello que se tercia y encuentra en su sendero.
El orden narrativo del libro es contrario al que cabe esperar dado que habiendo comenzado a caminar en Sevilla y llegado a Santiago de Compostela el modo lógico para hacer el Camino Norte era comen-zarlo en Santiago para terminarlo en Irún.