«Cuando un bogotano dice charro es aburrido, como en “¡esa película es más charra!”. Se usa igual en Santander. Para los paisas, en cambio, charro es gracioso, como en “Juan es muy charro”. Para los pastusos y para muchos nariñenses charro es ordinario. En Cartagena también es aburrido y se le dice, algunas veces, charro a alguien que está borracho: “mira que Pedro andaba por ahí bien charro”». Una sola palabra y tantas y tan diferentes acepciones según el origen de los hablantes.
Es justamente esa diversidad la que evidencia la riqueza y la vitalidad del español que hablamos los colombianos. ¿Qué culpa tiene un lagarto para que se le asocie con lo más despreciable de la lambonería? ¿Cuántas y cuáles expresiones tenemos para nombrar lo que en Cali se conoce como chingue? ¿Qué diferencias por regiones existen cuando nos insultamos más vulgarmente? Estas y muchas más preguntas sobre nuestro curioso español son las que responde este libro, a la vez erudito y divertido.