Localizada en la provincia de Libertador, una hermosa hacienda llamada la Esperanza, progresa como resultado del esfuerzo de sus dueños, los Gutiérrez. Este territorio fronterizo con Haití, antes llamado Dajabón, perdió su nombre cuando el presidente Rafael Leónidas Trujillo subió al poder. Gran parte de la frontera, está delimitada por el río Masacre del Perejil o Dajabón.
Después del golpe de estado a Horacio Vásquez, en 1930, Rafael Leónidas Trujillo, subió al poder. Provocó una serie de cambios, entre los que se incluía, la nacionalización de los recursos del país. Entre los afectados estaban la agricultura, las industrias, la mano de obra, la educación y la salud. Quería ejercer el control absoluto sobre su pueblo. Parte de su plan incluyó, definir el “status” de las fronteras con Haití y fomentar el “blanqueamiento” de la raza.
Trujillo entendía que los problemas de la frontera no se habían solucionado debido a la intromisión de los haitianos en la vida de los dominicanos y, por consiguiente, en la economía. Los haitianos trabajaban por menos sueldo y saturaban las calles con sus pequeños ventorrillos. Su estilo de vida, incluso su religión, estaba influyendo sobre la población dominicana cercana a la frontera, infiltrándose lentamente.
Al igual que Hitler, Trujillo entendía que la mezcla de razas, en este caso la negra africana y la blanca de los dominicanos descendientes de Europa, era perjudicial y atrasaba el progreso de la nación.
Esta narración ficticia, nos lleva a la época y lugar en el que sobrevivir era cuestión de astucia y buena suerte. Un momento en la historia de la República Dominicana, en que la vida estaba repleta de retos e injusticias.
Escribo este relato con el mayor respeto a este hermoso país. Tengo como base recuerdos y vivencias de algunas personas que gentilmente contaron sus historias, además de investigaciones basadas en libros y textos. Lo complemento con información obtenida a través de la red de la Internet y, por supuesto, la creatividad de la imaginación.
Mariela Cruz, Autora.
Después del golpe de estado a Horacio Vásquez, en 1930, Rafael Leónidas Trujillo, subió al poder. Provocó una serie de cambios, entre los que se incluía, la nacionalización de los recursos del país. Entre los afectados estaban la agricultura, las industrias, la mano de obra, la educación y la salud. Quería ejercer el control absoluto sobre su pueblo. Parte de su plan incluyó, definir el “status” de las fronteras con Haití y fomentar el “blanqueamiento” de la raza.
Trujillo entendía que los problemas de la frontera no se habían solucionado debido a la intromisión de los haitianos en la vida de los dominicanos y, por consiguiente, en la economía. Los haitianos trabajaban por menos sueldo y saturaban las calles con sus pequeños ventorrillos. Su estilo de vida, incluso su religión, estaba influyendo sobre la población dominicana cercana a la frontera, infiltrándose lentamente.
Al igual que Hitler, Trujillo entendía que la mezcla de razas, en este caso la negra africana y la blanca de los dominicanos descendientes de Europa, era perjudicial y atrasaba el progreso de la nación.
Esta narración ficticia, nos lleva a la época y lugar en el que sobrevivir era cuestión de astucia y buena suerte. Un momento en la historia de la República Dominicana, en que la vida estaba repleta de retos e injusticias.
Escribo este relato con el mayor respeto a este hermoso país. Tengo como base recuerdos y vivencias de algunas personas que gentilmente contaron sus historias, además de investigaciones basadas en libros y textos. Lo complemento con información obtenida a través de la red de la Internet y, por supuesto, la creatividad de la imaginación.
Mariela Cruz, Autora.