En la madrugada del 24 de febrero de 1981, estando el Congreso de los Diputados secuestrado por un numeroso grupo de guardias civiles al mando de un teniente coronel, dos hombres salen del edificio con paso apresurado. Uno de ellos viste uniforme de la Benemérita Institución, luce en su bocamanga tres estrellas de seis puntas de capitán y lleva en su mano una cartera abultada; el otro, con traje oscuro, abrigado por un anorak y con las manos ocultas en los bolsillos, camina un poco adelantado como guiando y protegiendo al primero. Más tarde, a primeras horas de la mañana, el hombre del maletín que ha salido del Congreso es conducido a la base americana de Torrejón donde subirá a un Hércules que transporta material militar y parte con rumbo desconocido.
Tres meses más tarde, el 23 de mayo de ese mismo año, a las 9:20 de la mañana, un grupo de diez atracadores entran en la sede del Banco Central de la Plaza de Cataluña de Barcelona, retienen como rehenes a más de trescientas personas durante treinta y seis horas finalizando con un muerto, un herido y todos los atracadores detenidos sin que haya desaparecido ni una peseta. ¿Fue en verdad un atraco absurdo como se vendió en su día? ¿Están relacionados ambos hechos?
Jon Lauko nos desvela en esta trepidante novela como la verdad muchas veces es ocultada por los poderes políticos y lo que se muestra a la ciudadanía dista mucho de ser lo verdaderamente ocurrido.
Y recuerden… en verdad, el autor, ni se llama Jon, ni se apellida Lauko.
Tres meses más tarde, el 23 de mayo de ese mismo año, a las 9:20 de la mañana, un grupo de diez atracadores entran en la sede del Banco Central de la Plaza de Cataluña de Barcelona, retienen como rehenes a más de trescientas personas durante treinta y seis horas finalizando con un muerto, un herido y todos los atracadores detenidos sin que haya desaparecido ni una peseta. ¿Fue en verdad un atraco absurdo como se vendió en su día? ¿Están relacionados ambos hechos?
Jon Lauko nos desvela en esta trepidante novela como la verdad muchas veces es ocultada por los poderes políticos y lo que se muestra a la ciudadanía dista mucho de ser lo verdaderamente ocurrido.
Y recuerden… en verdad, el autor, ni se llama Jon, ni se apellida Lauko.