Ethos y politeia es un ensayo que se ocupa de analizar las dinámicas políticas y éticas, articuladas, como conexiones indisociables en el devenir político. La singularidad enfocada es la historia de vida intensa de un intelectual, crítico, interpelador, comprometido con la lucha por la liberación nacional y por el socialismo. Las historias de vida, las singularidades individuales y subjetivas, no son, de ninguna manera, aisladas, como, de alguna manera, ha concebido la episteme de la modernidad, sino son singularidades que contienen la complejidad del mundo efectivo que loes tocó vivir. Por eso, es iluminador comprender las dinámicas sociales, políticas, culturales, en la síntesis individual de personajes intensos. Es una manera de leer no la biografía o trayectoria de vida individual, tal como se trabajó en las narrativas modernas, sino, mas bien, la gramática de la complejidad dinámica de una formación social, en una coyuntura y periodos determinados. Así como puede ser una lectura complementaria interpretar el acontecimiento de la formación social en la síntesis condensada individual e intensa. Se trata de enfoques complementarios de la misma realidad efectiva, en su complejidad dinámica, simultánea e integrada.
Marcelo Quiroga Santa Cruz es el nombre propio de esta singularidad intensa. Buscamos en la composición en devenir de ética y política, que sintetiza el personaje político, que, a su vez, expresa la tradición crítica de la episteme boliviana, y la forma como pliega en su interpretación erudita los despliegues nacional-populares y del proletariado. Hay mucho que aprender de la conducta y comportamiento consecuente, que en los propios discursos, sin descartar los mismos, sino entendiendo que los discursos son formas de expresión, de substratos más primordiales, de donde emergen las expresiones, las formaciones discursivas y enunciativas.
Lo hacemos, no solo para comprender, desde la perspectiva de la complejidad, que no solamente hay que entenderla como la multiplicidad de planos y espesores de intensidad articulados, sino como la condensación en singularidades concretas, entre ellas en singularidades subjetivas, sino también para evaluar lo que se ha perdido con la perdida de Marcelo Quiroga Santa Cruz. El asesinato de Marcelo implica el asesinato de posibilidades intensas, condensadas en la persona, así como el asesinato de la dinámica de estas posibilidades en los planos y espesores de intensidad de la complejidad singular de la formación social. Cuando se mata no se mata solo a una persona, con nombre y apellido, sino se mata su ámbito de irradiación, así como sus entornos donde el personaje ha bebido y ha aprendido, constituyéndose como un combatiente.
Llama la atención, que no se haya desbordado con luchas, después de su asesinato, así como ocurrió con otros hombres y mujeres intensas, militantes de la vida, de la emancipación y la liberación, abandonándolos al recuerdo que es una manera de olvidar. Se habla mucho de estos muertos y héroes; pero, en forma de duelo, como para calmar las consciencias desdichadas, no se acude a continuar su lucha, de la única manera que se puede hacerlo, radicalizándose, entregando, como los “ejemplos”, la vida al hacerlo. Es cuando vemos que estas ceremonias que mitifica y enaltecen nombres propios forman parte de la reproducción de poder y sus estructuras de dominación. Lo terrible, por así decirlo, como un sarcasmo o ironía, dependiendo, de la historia, ante pueblos que dejan de luchar, es que estas ceremonias, que legitiman el poder, se hace a nombre de los caídos.
Marcelo Quiroga Santa Cruz es el nombre propio de esta singularidad intensa. Buscamos en la composición en devenir de ética y política, que sintetiza el personaje político, que, a su vez, expresa la tradición crítica de la episteme boliviana, y la forma como pliega en su interpretación erudita los despliegues nacional-populares y del proletariado. Hay mucho que aprender de la conducta y comportamiento consecuente, que en los propios discursos, sin descartar los mismos, sino entendiendo que los discursos son formas de expresión, de substratos más primordiales, de donde emergen las expresiones, las formaciones discursivas y enunciativas.
Lo hacemos, no solo para comprender, desde la perspectiva de la complejidad, que no solamente hay que entenderla como la multiplicidad de planos y espesores de intensidad articulados, sino como la condensación en singularidades concretas, entre ellas en singularidades subjetivas, sino también para evaluar lo que se ha perdido con la perdida de Marcelo Quiroga Santa Cruz. El asesinato de Marcelo implica el asesinato de posibilidades intensas, condensadas en la persona, así como el asesinato de la dinámica de estas posibilidades en los planos y espesores de intensidad de la complejidad singular de la formación social. Cuando se mata no se mata solo a una persona, con nombre y apellido, sino se mata su ámbito de irradiación, así como sus entornos donde el personaje ha bebido y ha aprendido, constituyéndose como un combatiente.
Llama la atención, que no se haya desbordado con luchas, después de su asesinato, así como ocurrió con otros hombres y mujeres intensas, militantes de la vida, de la emancipación y la liberación, abandonándolos al recuerdo que es una manera de olvidar. Se habla mucho de estos muertos y héroes; pero, en forma de duelo, como para calmar las consciencias desdichadas, no se acude a continuar su lucha, de la única manera que se puede hacerlo, radicalizándose, entregando, como los “ejemplos”, la vida al hacerlo. Es cuando vemos que estas ceremonias que mitifica y enaltecen nombres propios forman parte de la reproducción de poder y sus estructuras de dominación. Lo terrible, por así decirlo, como un sarcasmo o ironía, dependiendo, de la historia, ante pueblos que dejan de luchar, es que estas ceremonias, que legitiman el poder, se hace a nombre de los caídos.