Publicada en septiembre de 1833 en el semanario “L'Europe littérarie” (“Europa literaria”) bajo el título de “Eugénie Grandet, histoire de province” (“Eugenia Grandet, una historia de provincia”), esta novela captó de inmediato el interés de los lectores a tal grado que, a principios de 1834 ya estaba siendo editada en formato de libro por la editorial de Madame Charles-Béchet.
Aunque Balzac ya había tenido antes un relativo éxito literario, en especial con “La Peau de Chagrin” (“La piel de zapa”), “Eugenia Grandet” le representó no solamente un período de desahogo económico, sino el reconocimiento de los lectores y literatos, al punto que el propio Fiódor Dostoyevski se dio a la tarea de traducirla al ruso.
La demanda y prestigio de esta novela fueron in crecendo, hasta que en 1939 se publicó una “segunda edición” a cargo de la prestigiosa editorial de Gervais Charpentier. En esta segunda edición, Balzac incluyó una dedicatoria (incluida también en este libro) a quien había sido su amante, Marie Luise Françoise du Fresnay (1809-1892), conocida en círculos sociales y familiares como “Maria”.
Balzac, en una carta que le escribiera a su hermana en 1833, se refirió a esta “intriga secreta” con “una persona gentil, la más ingenua de las criaturas que, como una flor, ha descendido del cielo y viene a mí en secreto; que no me exige correspondencia ni atención, y que me dijo: ¡Ámame un año! Yo te amaré toda mi vida”.
María, que por entonces tenía 24 años, era casada. Su esposo, Charles Antoine Guy du Fresnay tenía a la sazón 45 años y era hijo de Charles Louis du Fresnay, ex-alcalde de Sartrouville, y están claramente representados en la presente novela –mediante una mixtura de caracteres– como Charles Grandet (primo y primer amor de Eugenia) y como “el tonelero”, el señor Grandet de Saumur (padre de Eugenia), en tanto que Eugenia Grandet es, claramente, el retrato de María.
Para Balzac, ésta pudo haber sido una más de sus innumerables aventuras amorosas, si no fuera porque de su relación con María nacería su única hija superviviente, Marie-Caroline du Fresnay. Como el lector habrá podido deducir al leer el apellido de la hija de Balzac, su paternidad fue un secreto guardado entre él y su amante. Sólo algunos meses antes de su muerte, el autor, a través de algunas cartas y al heredarle cierta propiedad a Marie-Caroline, dejó a entrever su secreto, y no fue hasta muchos años después que, por el estudio detallado de algunos biógrafos y por declaraciones de los descendientes de la familia du Fresnay, su paternidad fue confirmada.
Aunque Balzac ya había tenido antes un relativo éxito literario, en especial con “La Peau de Chagrin” (“La piel de zapa”), “Eugenia Grandet” le representó no solamente un período de desahogo económico, sino el reconocimiento de los lectores y literatos, al punto que el propio Fiódor Dostoyevski se dio a la tarea de traducirla al ruso.
La demanda y prestigio de esta novela fueron in crecendo, hasta que en 1939 se publicó una “segunda edición” a cargo de la prestigiosa editorial de Gervais Charpentier. En esta segunda edición, Balzac incluyó una dedicatoria (incluida también en este libro) a quien había sido su amante, Marie Luise Françoise du Fresnay (1809-1892), conocida en círculos sociales y familiares como “Maria”.
Balzac, en una carta que le escribiera a su hermana en 1833, se refirió a esta “intriga secreta” con “una persona gentil, la más ingenua de las criaturas que, como una flor, ha descendido del cielo y viene a mí en secreto; que no me exige correspondencia ni atención, y que me dijo: ¡Ámame un año! Yo te amaré toda mi vida”.
María, que por entonces tenía 24 años, era casada. Su esposo, Charles Antoine Guy du Fresnay tenía a la sazón 45 años y era hijo de Charles Louis du Fresnay, ex-alcalde de Sartrouville, y están claramente representados en la presente novela –mediante una mixtura de caracteres– como Charles Grandet (primo y primer amor de Eugenia) y como “el tonelero”, el señor Grandet de Saumur (padre de Eugenia), en tanto que Eugenia Grandet es, claramente, el retrato de María.
Para Balzac, ésta pudo haber sido una más de sus innumerables aventuras amorosas, si no fuera porque de su relación con María nacería su única hija superviviente, Marie-Caroline du Fresnay. Como el lector habrá podido deducir al leer el apellido de la hija de Balzac, su paternidad fue un secreto guardado entre él y su amante. Sólo algunos meses antes de su muerte, el autor, a través de algunas cartas y al heredarle cierta propiedad a Marie-Caroline, dejó a entrever su secreto, y no fue hasta muchos años después que, por el estudio detallado de algunos biógrafos y por declaraciones de los descendientes de la familia du Fresnay, su paternidad fue confirmada.