El título de esta obra Evolución de los principios éticos obedece a la propuesta de renovación sugerida por el concilio Vaticano II (OT 16). Más de 31 veces emplean los documentos conciliares el término “renovación”, lo que indica la insistencia con que quiere promover el cambio, no sólo a nivel de las instituciones eclesiales, sino también a nivel de las disciplinas eclesiásticas.
“La teología moral, escribe Charles Curran, no puede ser una excepción a la renovación teológica de la Iglesia. (...) En realidad, se habría de esperar un mayor cambio y evolución en el campo de la teología moral ya que ésta versa sobre el hombre y sus acciones. En los dos o tres últimos siglos nuestra comprensión del hombre y de su mundo ha cambiado dramáticamente. Han tenido lugar las revoluciones industrial, científica, democrática y educacional. Desafortunadamente, todos los cambios en la comprensión por parte del hombre de sí mismo y de su mundo han tenido todavía muy poco efecto o ninguno sobre la teología moral católica”.
Precisamente, uno de los campos necesitados de renovación dentro de la teología moral es el de los principios morales. Juan Pablo II, en su carta encíclica Veritatis splendor, había insinuado la necesidad de “buscar y encontrar la formulación de las normas morales universales y permanentes más adecuada a los diversos contextos culturales, más capaz de expresar incesantemente la actualidad histórica y hacer comprender e interpretar auténticamente la verdad” (53).
“La teología moral, escribe Charles Curran, no puede ser una excepción a la renovación teológica de la Iglesia. (...) En realidad, se habría de esperar un mayor cambio y evolución en el campo de la teología moral ya que ésta versa sobre el hombre y sus acciones. En los dos o tres últimos siglos nuestra comprensión del hombre y de su mundo ha cambiado dramáticamente. Han tenido lugar las revoluciones industrial, científica, democrática y educacional. Desafortunadamente, todos los cambios en la comprensión por parte del hombre de sí mismo y de su mundo han tenido todavía muy poco efecto o ninguno sobre la teología moral católica”.
Precisamente, uno de los campos necesitados de renovación dentro de la teología moral es el de los principios morales. Juan Pablo II, en su carta encíclica Veritatis splendor, había insinuado la necesidad de “buscar y encontrar la formulación de las normas morales universales y permanentes más adecuada a los diversos contextos culturales, más capaz de expresar incesantemente la actualidad histórica y hacer comprender e interpretar auténticamente la verdad” (53).