Las antiguas civilizaciones pensaban que el destino de los hombres estaba escrito en el cielo y que de él, o de los dioses que lo habitaban, venían tanto las bendiciones como las maldiciones mas horripilantes. Cuando la razón empezó a sustituir a las religiones y el hombre se asomó al cosmos con sus instrumentos rudimentarios quedó fascinado por la armonía y regularidad de los fenómenos que pudo observar. Tuvo que pasar mucho tiempo, prácticamente hasta bien entrado el siglo veinte, hasta que el hombre empezó de nuevo a intuir que la aparente calma y tranquilidad del cosmos encerraba acontecimientos de dimensión sobrecogedora. Lo peor, sin embargo, era que el cielo podía volver a ser una amenaza real para la humanidad. Y aparecieron en escena los asteroides asesinos, capaces de destruir el planeta, o al menos la humanidad, como lo hicieran con los dinosaurios hace 60 millones de años, y las terroríficas invasiones de extraterrestres entre otras posibilidades.
En las últimos años hemos aprendido muchas cosas nuevas del universo (ondas gravitacionales, multitud de planetas semejantes a la tierra, proliferación de agujeros negros por doquier, planetas errantes, etc…) y también hemos comprendido que nada es eterno, ni siquiera las esferas de cuya armonía nos hablara Platón. Como consecuencia, habíamos subestimado las amenazas para la humanidad que inevitablemente emanan de algunos de los descubrimientos recientes.
Este relato desarrolla un posible escenario (con la física conocida hasta la fecha) original y a la vez aterrador. Quizás dentro de unos pocos años este escenario se vea agravado o aliviado por nuevos descubrimientos, quién sabe. Quizás ya esté todo escrito en el firmamento y estemos irremediablemente predestinados sin saberlo…o quizás ya hubo alguien que lo vio venir y nadie le escuchó.
Lo único seguro es que el Universo no dejará nunca de sorprendernos.
En las últimos años hemos aprendido muchas cosas nuevas del universo (ondas gravitacionales, multitud de planetas semejantes a la tierra, proliferación de agujeros negros por doquier, planetas errantes, etc…) y también hemos comprendido que nada es eterno, ni siquiera las esferas de cuya armonía nos hablara Platón. Como consecuencia, habíamos subestimado las amenazas para la humanidad que inevitablemente emanan de algunos de los descubrimientos recientes.
Este relato desarrolla un posible escenario (con la física conocida hasta la fecha) original y a la vez aterrador. Quizás dentro de unos pocos años este escenario se vea agravado o aliviado por nuevos descubrimientos, quién sabe. Quizás ya esté todo escrito en el firmamento y estemos irremediablemente predestinados sin saberlo…o quizás ya hubo alguien que lo vio venir y nadie le escuchó.
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