Cuando Kinsey Millhone acepta trabajar para el viejo Fowler y averigua quien mató hace diecisiete años a la jovencísima Jean, no se da cuenta en seguida de que las heridas familiares pueden ocultar tanto misterio y tanta pasión. Bailey, hijo de Fowler, había sido juzgado y declarado culpable y, tras un año de prisión, había huido y desaparecido. Fowler quiere probar la inocencia de su hijo para que pueda volver a su lado. Kinsey descubrirá que Jean era más bien ligera de cascos; sabrá dónde fueron a parar los 40.000 dólares que el primer sospechoso dejó a la jovencita antes de que ella muriera; y por qué también podrían haber sido sospechosos el director de la escuela, el propietario de un yacuzzi o la chiflada de su mujer, el abogado del acusado o incluso el pastor anglicano… Entretanto la policía tropieza con el fugitivo Bailey, que vive otra vida con otro nombre. Vuelve a abrirse el caso, y todo sigue igual que la mañana en que habían encontrado el cuerpo estrangulado de Jean en las arenas de la playa.
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