Después de la excitación de la guerra, el conde de Seagrave pensaba que la vida como civil era tediosa. No obstante, su aburrimiento se esfumó cuando la famosa cortesana Susanna Kellaway reclamó el alquiler de una de sus casas. Nada más conocerse, Nicholas quedó intrigado. Aunque tenía todas las razones para despreciarla, esa «Susanna» era una extraña mezcla de seducción, inteligencia e inocencia. Tanto que estaba empezando a preguntarse si esa mujer no sería una impostora. Lo cual no evitó que le pidiera que fuera su amante. Pero la encantadora dama tenía una idea más permanente en la cabeza para el conde…
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