Aquella en que la "transposición" literaria de su vida -propia de Viaje al fin de la noche, Muerte a crédito y Guignol's band- da paso a una crónica sui generis de los terribles acontecimientos históricos que primero contempló como mero espectador y después padeció en su propia carne, en forma de huida por la Alemania próxima a la derrota, de encierro durante dieciocho meses en una cárcel de Copenhague y, tras su regreso a Francia, de un ostracismo literario y una autorreclusión que llegaría hasta el día de su muerte. Medio siglo después, la crítica opina que en esta obra (que continuaría en Normance) Céline logró una sublime y revolucionaria "obra de arte del lenguaje", a la que incorpora elementos de otras manifestaciones artísticas que le apasionan, como la pintura puntillista y el ballet.
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