Proteccionismo y Comunismo
Por Federico Bastiat
Hacer intervenir al Estado, darle como misión el ponderar las ganancias y equilibrar las fortunas, quitando a unos sin su consentimiento para dar a otros sin retribución; encargarlo de realizar la obra de la nivelación por vía de la expoliación, con seguridad, eso es comunismo. Ni los procedimientos que emplee el Estado para aquella finalidad, como tampoco los bellos nombres con que se decore el pensamiento, cambian en nada la situación. Que la realización se lleve adelante por medios directos o indirectos, por la restricción o mediante los impuestos, valiéndose de tarifas o del derecho al trabajo; que se la coloque bajo la invocación de la igualdad, de la solidaridad o de la fraternidad, nada de eso cambia la naturaleza de las cosas; el pillaje de las propiedades no es menos pillaje porque se lleve a cabo con regularidad, con orden, sistemáticamente y por acción de la ley.
Agrego que, en nuestra época, está ahí el comunismo verdaderamente peligroso. ¿Por qué? Porque bajo esa forma lo vemos incesantemente listo para invadirlo todo. ¡Y ved! Uno pide que el Estado provea gratuitamente a artesanos y labradores de instrumentos de trabajo; es eso invitarlo a quitarles algo a otros artesanos y labradores. Otro quiere que el Estado preste sin interés; lo que no puede hacer sin violar la propiedad. Un tercero reclama la instrucción gratuita en todos los grados, ¡gratuita!; eso quiere decir: a expensas del contribuyente. Hay un cuarto que exige que el Estado subvencione las asociaciones de obreros, los teatros, los artistas, etc. Pero tales subvenciones equivalen a valores que son sustraídos a quienes los habían ganado legítimamente. Un quinto no descansará hasta que el Estado haya hecho subir artificialmente el precio de un producto, en beneficio de quien lo vende; pero eso va en detrimento de quien lo compra. Sí, bajo esta forma, bien pocas son las personas que en una u otra oportunidad no resultan ser comunistas. La sois, lo es M. Billant y temo que en Francia lo seamos todos en algún grado. Parecería que la intervención del Estado nos reconciliara con la expoliación, haciendo recaer la responsabilidad sobre todo el mundo; es decir, sobre ninguno; de donde resulta que se disfruta de los bienes ajenos en perfecta tranquilidad de conciencia. Este honrado M. Touret, uno de los hambres más probos que se hayan sentado en los bancos ministeriales, ¿acaso no comenzó así su exposición de motivos para el proyecto de ley sobre adelantos a la agricultura?: «No es suficiente proporcionar instrucción para cultivar las artes; es necesario aún suministrar los instrumentos de trabajo».
Después de ese preámbulo, somete a la Asamblea nacional un proyecto de ley cuyo primer articulo está concebido de la manera siguiente: «Art. 1o. El Presupuesto de 1849 se abre al ministro de agricultura un crédito de 10 millones destinado a hacer adelantos a los propietarios y asociaciones de propietarios de establecimientos rurales».
Por Federico Bastiat
Hacer intervenir al Estado, darle como misión el ponderar las ganancias y equilibrar las fortunas, quitando a unos sin su consentimiento para dar a otros sin retribución; encargarlo de realizar la obra de la nivelación por vía de la expoliación, con seguridad, eso es comunismo. Ni los procedimientos que emplee el Estado para aquella finalidad, como tampoco los bellos nombres con que se decore el pensamiento, cambian en nada la situación. Que la realización se lleve adelante por medios directos o indirectos, por la restricción o mediante los impuestos, valiéndose de tarifas o del derecho al trabajo; que se la coloque bajo la invocación de la igualdad, de la solidaridad o de la fraternidad, nada de eso cambia la naturaleza de las cosas; el pillaje de las propiedades no es menos pillaje porque se lleve a cabo con regularidad, con orden, sistemáticamente y por acción de la ley.
Agrego que, en nuestra época, está ahí el comunismo verdaderamente peligroso. ¿Por qué? Porque bajo esa forma lo vemos incesantemente listo para invadirlo todo. ¡Y ved! Uno pide que el Estado provea gratuitamente a artesanos y labradores de instrumentos de trabajo; es eso invitarlo a quitarles algo a otros artesanos y labradores. Otro quiere que el Estado preste sin interés; lo que no puede hacer sin violar la propiedad. Un tercero reclama la instrucción gratuita en todos los grados, ¡gratuita!; eso quiere decir: a expensas del contribuyente. Hay un cuarto que exige que el Estado subvencione las asociaciones de obreros, los teatros, los artistas, etc. Pero tales subvenciones equivalen a valores que son sustraídos a quienes los habían ganado legítimamente. Un quinto no descansará hasta que el Estado haya hecho subir artificialmente el precio de un producto, en beneficio de quien lo vende; pero eso va en detrimento de quien lo compra. Sí, bajo esta forma, bien pocas son las personas que en una u otra oportunidad no resultan ser comunistas. La sois, lo es M. Billant y temo que en Francia lo seamos todos en algún grado. Parecería que la intervención del Estado nos reconciliara con la expoliación, haciendo recaer la responsabilidad sobre todo el mundo; es decir, sobre ninguno; de donde resulta que se disfruta de los bienes ajenos en perfecta tranquilidad de conciencia. Este honrado M. Touret, uno de los hambres más probos que se hayan sentado en los bancos ministeriales, ¿acaso no comenzó así su exposición de motivos para el proyecto de ley sobre adelantos a la agricultura?: «No es suficiente proporcionar instrucción para cultivar las artes; es necesario aún suministrar los instrumentos de trabajo».
Después de ese preámbulo, somete a la Asamblea nacional un proyecto de ley cuyo primer articulo está concebido de la manera siguiente: «Art. 1o. El Presupuesto de 1849 se abre al ministro de agricultura un crédito de 10 millones destinado a hacer adelantos a los propietarios y asociaciones de propietarios de establecimientos rurales».