Puede que este breve libro sea apenas un resto, una ruina, lo que queda de una miríada de civilizaciones. Un puñado de textos muy breves, donde en un gesto crucial queda esbozada una cultura. Una colección de ilustraciones que producen la imagen alegórica de todo un pueblo.
Puede que este breve libro sea una colección de futuros, un lugar donde algunos ejemplos sirven como conjuros que, además de convocar con la precisión de muy pocas palabras, sugieren variaciones, series. Se quedan en la memoria y sugieren también lo que no dicen.
No se puede confiar en lo que surge a primera vista: porque estos mundos emergen de la trama conjetural de traducciones, polémicas, leyendas y versiones imposibles de verificar o desmentir, cruces que los llamados a pie de página, y por lo tanto a fuentes ulteriores de erudición, postergan aunque parecen estar cimentándolos. No se puede confiar en la naturaleza histórica de los textos, no se sabe cuál es la relación entre los textos y las ilustraciones, no se sabe cuál es la relación entre el autor de los textos y la autora de las imágenes. Hay entonces que jugar. Decidirse a ser arqueólogo y demiurgo.
Alberto Chimal es el mejor lector en los últimos años de Calvino y de Borges porque en vez de admirarlos desde la cita, se aboca a volver a imaginar. En un medio sobresaturado de fidelidades a la prensa, este libro reaparece y refresca un panorama editorial unánime. Hay que celebrarlo. Hoy Gente del Mundo es más importante que nunca.
Puede que este breve libro sea una colección de futuros, un lugar donde algunos ejemplos sirven como conjuros que, además de convocar con la precisión de muy pocas palabras, sugieren variaciones, series. Se quedan en la memoria y sugieren también lo que no dicen.
No se puede confiar en lo que surge a primera vista: porque estos mundos emergen de la trama conjetural de traducciones, polémicas, leyendas y versiones imposibles de verificar o desmentir, cruces que los llamados a pie de página, y por lo tanto a fuentes ulteriores de erudición, postergan aunque parecen estar cimentándolos. No se puede confiar en la naturaleza histórica de los textos, no se sabe cuál es la relación entre los textos y las ilustraciones, no se sabe cuál es la relación entre el autor de los textos y la autora de las imágenes. Hay entonces que jugar. Decidirse a ser arqueólogo y demiurgo.
Alberto Chimal es el mejor lector en los últimos años de Calvino y de Borges porque en vez de admirarlos desde la cita, se aboca a volver a imaginar. En un medio sobresaturado de fidelidades a la prensa, este libro reaparece y refresca un panorama editorial unánime. Hay que celebrarlo. Hoy Gente del Mundo es más importante que nunca.