VIRGILIO (Publius Vergilius Maro, 70-19 a.C.), considerado como el más grande de los poetas romanos, nació en una aldea próxima a Mantua, se formó en Cremona, Milán y finalmente se trasladó a Roma donde estudió retórica y poética gracias a Cayo Mecenas, para luego introducirse en el círculo de los “poetae novi”; mantuvo relación con el poeta Horacio y con el propio Octavio, futuro emperador. Maduró en un momento en que los romanos se hallaban empeñados en producir una literatura que igualara la de los griegos, por lo que imitó las “Pastorales” de Teócrito, los poemas didácticos de Hesíodo y los épicos de Homero.
“Geórgicas” (29 a.C.) Desde el punto de vista literario, es su obra más conseguida. Se trata de un canto, sentido y profundo, a la vida rural, lejos de la trepidante existencia de la Corte. A través de sus páginas, el lector asiste al trabajo asiduo y sabio de la naturaleza en el que se ve envuelto el hombre y del que saca algo más que el alimento: una visión del mundo y de sí mismo. Sólo tangencialmente y como un fragor difuso se escucha el estrépito de los acontecimientos que sacudieron al mundo romano tras el asesinato de César.
“Geórgicas” (29 a.C.) Desde el punto de vista literario, es su obra más conseguida. Se trata de un canto, sentido y profundo, a la vida rural, lejos de la trepidante existencia de la Corte. A través de sus páginas, el lector asiste al trabajo asiduo y sabio de la naturaleza en el que se ve envuelto el hombre y del que saca algo más que el alimento: una visión del mundo y de sí mismo. Sólo tangencialmente y como un fragor difuso se escucha el estrépito de los acontecimientos que sacudieron al mundo romano tras el asesinato de César.