MUNDOS PARALELOS
Aquello que da inicio a una novela es algo indescifrable, misterioso. Uno jamás puede saber en qué momento recogemos una serie de datos, sensaciones, reflexiones, y las almacenamos en un depósito al interior de nosotros mismos hasta que de pronto se hace demasiado obvio que lo que hemos hecho es alimentar una obra literaria. Patricia Fernandini ha escrito una novela con un fin muy concreto que en sus palabras implica: “iniciar una reacción en cadena de conciencia ecológica para preservar nuestro hábitat y asegurar un futuro a nuestras nuevas generaciones”. Sin embargo, también afirma que la historia empezó un día cualquiera de modo “tan extraño como repentino”.
Extraño y repentino es el designio que moviliza a la protagonista de “Grama... posible edén”. Una mancha roja en la pierna que ella no atribuye a la casualidad sino a una contingencia: esa mancha le anuncia que está marcada por el destino. Basta ese pequeño detalle para hacernos ingresar con curiosidad a la novela. ¿Será cierto que está destinada para grandes cosas? Pensamos que probablemente sí, porque es personaje de una novela y, como se sabe, en las novelas suelen suceder cosas extraordinarias. Pero no siempre. ¿Le sucederán cosas así a ella? Cuando la protagonista viaja a la selva encuentra en la casa de un tal doctor Hans, de pronto y por azar, un manuscrito titulado “Mis sueños en el Ginkgo” sabemos que la impresión de que algo estupendo, fuera de lo ordinario, está por sucederle. El manuscrito la conduce a una dimensión épica, a catástrofes donde mueren miles de millones de personas, a fenómenos climáticos y atmosféricos fuera de control por culpa de la contaminación. Nos hablan de enemigos, de destrucción del planeta, del hombre como un animal egoísta. Pero también hay una salvación: una nave que parte al espacio en busca de respuestas. La Atzol 1. Y en ella llegan a un planeta verde, virginal, una arcadia perdida a la que llaman Grama por su predominante color verde.
Así, la novela de Patricia Fernandini avanza en un mundo real, donde la amenaza de la contaminación es latente, y el mundo de ciencia ficción del manuscrito que lee la protagonista, donde esa amenaza se ha hecho realidad pero donde no faltan los héroes, en especial el Capitán Leo, digno personaje de alguna novela gráfica de la DC Comics o de las series televisivas japonesas.
Dos realidades paralelas, dos mundos distintos, la fantasía y la realidad. Todos los elementos de una buena trama han sido expuestos y esperamos su desarrollo. El lector sabrá disfrutarlos y se divertirá cabalgando –como la protagonista– entre un filo y otro, sin duda, y por eso termino estas breves palabras para no demorar más ese momento. Sin embargo, les dejo una pregunta: ¿puede la fantasía, la ficción, el mundo imaginario, enseñarnos algo a quienes vivimos en la realidad más concreta? ¿Existe en los libros y las historias más fantásticas e increíbles alguna enseñanza o, más precisamente, alguna advertencia muy puntual para nuestro mundo?
Ojalá la respuesta la encontremos todos al final de la aventura.
Iván Thays
Los pensamientos no cambian mucho con el tiempo. Lo que no conocemos es siempre imposible y la ciencia ficción reemplaza muchas veces los acontecimientos futuros. La realidad, sí, somos más de seis mil millones de seres humanos y cada año nos incrementamos en cien millones, alienados en el consumismo a través de la etiqueta de la globalización, el gran invento de las corporaciones que, inteligente y astutamente, nos llevan a desproteger cada vez más nuestro planeta.
Todo lo escrito puede ser imaginación o quizás no, demasiada vanidad es creer que no es intrascendente pero también, mucho escepticismo es pensar que nada puede ser verdad. Lo que me lleva a preguntar: ¿De qué se alimenta la creatividad? ¿No es acaso de lo captado en lo cotidiano a través de miles de células que navegan imperceptibles e imparables por nuestro indesciflable cerebro?.
El mensaje: concienc
Aquello que da inicio a una novela es algo indescifrable, misterioso. Uno jamás puede saber en qué momento recogemos una serie de datos, sensaciones, reflexiones, y las almacenamos en un depósito al interior de nosotros mismos hasta que de pronto se hace demasiado obvio que lo que hemos hecho es alimentar una obra literaria. Patricia Fernandini ha escrito una novela con un fin muy concreto que en sus palabras implica: “iniciar una reacción en cadena de conciencia ecológica para preservar nuestro hábitat y asegurar un futuro a nuestras nuevas generaciones”. Sin embargo, también afirma que la historia empezó un día cualquiera de modo “tan extraño como repentino”.
Extraño y repentino es el designio que moviliza a la protagonista de “Grama... posible edén”. Una mancha roja en la pierna que ella no atribuye a la casualidad sino a una contingencia: esa mancha le anuncia que está marcada por el destino. Basta ese pequeño detalle para hacernos ingresar con curiosidad a la novela. ¿Será cierto que está destinada para grandes cosas? Pensamos que probablemente sí, porque es personaje de una novela y, como se sabe, en las novelas suelen suceder cosas extraordinarias. Pero no siempre. ¿Le sucederán cosas así a ella? Cuando la protagonista viaja a la selva encuentra en la casa de un tal doctor Hans, de pronto y por azar, un manuscrito titulado “Mis sueños en el Ginkgo” sabemos que la impresión de que algo estupendo, fuera de lo ordinario, está por sucederle. El manuscrito la conduce a una dimensión épica, a catástrofes donde mueren miles de millones de personas, a fenómenos climáticos y atmosféricos fuera de control por culpa de la contaminación. Nos hablan de enemigos, de destrucción del planeta, del hombre como un animal egoísta. Pero también hay una salvación: una nave que parte al espacio en busca de respuestas. La Atzol 1. Y en ella llegan a un planeta verde, virginal, una arcadia perdida a la que llaman Grama por su predominante color verde.
Así, la novela de Patricia Fernandini avanza en un mundo real, donde la amenaza de la contaminación es latente, y el mundo de ciencia ficción del manuscrito que lee la protagonista, donde esa amenaza se ha hecho realidad pero donde no faltan los héroes, en especial el Capitán Leo, digno personaje de alguna novela gráfica de la DC Comics o de las series televisivas japonesas.
Dos realidades paralelas, dos mundos distintos, la fantasía y la realidad. Todos los elementos de una buena trama han sido expuestos y esperamos su desarrollo. El lector sabrá disfrutarlos y se divertirá cabalgando –como la protagonista– entre un filo y otro, sin duda, y por eso termino estas breves palabras para no demorar más ese momento. Sin embargo, les dejo una pregunta: ¿puede la fantasía, la ficción, el mundo imaginario, enseñarnos algo a quienes vivimos en la realidad más concreta? ¿Existe en los libros y las historias más fantásticas e increíbles alguna enseñanza o, más precisamente, alguna advertencia muy puntual para nuestro mundo?
Ojalá la respuesta la encontremos todos al final de la aventura.
Iván Thays
Los pensamientos no cambian mucho con el tiempo. Lo que no conocemos es siempre imposible y la ciencia ficción reemplaza muchas veces los acontecimientos futuros. La realidad, sí, somos más de seis mil millones de seres humanos y cada año nos incrementamos en cien millones, alienados en el consumismo a través de la etiqueta de la globalización, el gran invento de las corporaciones que, inteligente y astutamente, nos llevan a desproteger cada vez más nuestro planeta.
Todo lo escrito puede ser imaginación o quizás no, demasiada vanidad es creer que no es intrascendente pero también, mucho escepticismo es pensar que nada puede ser verdad. Lo que me lleva a preguntar: ¿De qué se alimenta la creatividad? ¿No es acaso de lo captado en lo cotidiano a través de miles de células que navegan imperceptibles e imparables por nuestro indesciflable cerebro?.
El mensaje: concienc