Desde un punto de vista gramsciano de la política, nos parece insostenible seguir manteniendo la división entre partidos y grupos de presión (y demás formas de organización de intereses), donde el partido es visto como el que se orienta al poder y el grupo de presión “presiona” a los partidos, pero no tiene como finalidad alcanzar el poder político . La idea de “presión” implica que se está afuera del mundo político, aunque esos grupos puedan apoyar a los partidos o mediar entre éstos y los votantes. Y nada cambia en lo sustancial en el llamado neocorporativismo, sustentado en un trípode sindicatos, organizaciones empresariales y Estado.
Desde esta visión de lo orgánico, lo que define a un partido no es la forma en que actúa políticamente (por ejemplo, tradicional o carismático), ni su estructura interna (más autocrático o más democrático), ni el hecho de estar formado por ciertos individuos, que tienen ciertas ideas, ni su participación o no en el gobierno o el sistema político. Nada de eso: un partido representa el interés histórico de una clase o fracción de clase social.
Desde esta visión de lo orgánico, lo que define a un partido no es la forma en que actúa políticamente (por ejemplo, tradicional o carismático), ni su estructura interna (más autocrático o más democrático), ni el hecho de estar formado por ciertos individuos, que tienen ciertas ideas, ni su participación o no en el gobierno o el sistema político. Nada de eso: un partido representa el interés histórico de una clase o fracción de clase social.