HAY AMORES VIEJOS, ajados por el transcurso del tiem¬po, desgastados por el uso, a punto de sucumbir en aras al destino que se lleva por delante todo lo que tiene vida.
También hay viejos amores, renovados día a día, el tiempo sólo pasa para darles las raíces del árbol añoso hundidas hasta lo más profundo del amante. Amores eternos que se escapan de la guadaña y viven después de desaparecido el que amó.
Cualquiera que lea las páginas que tengo el honor de prologar podrá identificar sin duda uno de estos vie¬jos amores. El de Román a la Justicia. Sí, el amor a la Justicia con mayúsculas que fluye letra a letra, palabra a palabra, frase a frase en los escritos que, bajo la for¬ma de relatos breves que, si por un lado describen con viveza realidades noveladas, por otro permiten intuir lo que piensa y sobre todo: lo que siente.
También hay viejos amores, renovados día a día, el tiempo sólo pasa para darles las raíces del árbol añoso hundidas hasta lo más profundo del amante. Amores eternos que se escapan de la guadaña y viven después de desaparecido el que amó.
Cualquiera que lea las páginas que tengo el honor de prologar podrá identificar sin duda uno de estos vie¬jos amores. El de Román a la Justicia. Sí, el amor a la Justicia con mayúsculas que fluye letra a letra, palabra a palabra, frase a frase en los escritos que, bajo la for¬ma de relatos breves que, si por un lado describen con viveza realidades noveladas, por otro permiten intuir lo que piensa y sobre todo: lo que siente.