Las obras de Radrigán se ubican en los espacios de la marginalidad social, asociadas a los contextos políticos, económicos y culturales de las últimas tres décadas. Irrumpió en la dramaturgia en 1979 con su primera obra teatral y al año siguiente con El loco y la triste. En 1981 estrena Hechos consumados, que en su momento mostraba un mundo que se quería ocultar, donde seres humanos, en la fragilidad extrema de la marginalidad, se encuentran e interactúan con toda la variedad de afectos, sueños, esperanzas y desesperanzas, aunque marchen de la ciudad a las tierras de nadie, o sea el encuentro casual y momentáneo de dos soledades. Con todo, son tan humanos que lo que pareció una obra de un momento, lo es de todo momento, pues la marginalidad social y afectiva se mantiene aunque las circunstancias y tiempos cambien. Esa exclusión se intensifica con la soledad y aislamiento de Diatriba de la empecinada, obra que se publica por primera vez.
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