La agitada historia del Líbano no da esperanzas para pensar en un cierre definitivo de la conflictividad en este país. Los elementos características de su historia, causantes de las desestabilizaciones y de la actividad armada, continúan estando presentes. Asimismo, la herencia colonial sigue haciendo estragos en la convivencia entre las distintas comunidades. El sistema de representación política refuerza una tradición clánica que reserva papeles desproporcionados a los jefes de los distintos grupos socio-religiosos y se convierte en una amenaza para la convivencia pacífica de las múltiples confesiones que viven en suelo libanés. Por otra parte, la permanencia del conflicto israelo-palestino ha sido un elemento muy negativo para la pacificación total del país. La agresividad del estado israelí, el problema de los refugiados palestinos (400.000 están en el Líbano) y la falta de autoridad internacional en la zona, no permiten cerrar los conflictos de manera dialogada.
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