Cuento dedicado a mi hijo Julián.
Un día en mi automóvil camino de mi trabajo, contemplé el vuelo de una bandada de aves migratorias. Fue un contraste agradable con la agitada y agobiante tarea cotidiana.
Inmediatamente me vino Julián a la cabeza. Casi pude sentir su manita entre la mía y recordé aquella frase tan suya que siempre me dirigía con admiración y cariño: “Mi padre”. Lo decía insistiendo y arrastrando la “erre” en su pronunciación.
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