Castilla, esta nación cuya miserable decadencia en el siglo XV acabamos de lamentar, este pueblo que hemos visto caminar visible y precipitadamente hacia su ruina, ocultaba todavía bajo un mentido brillo y bajo un exterior aparente el cáncer que le roía y la miseria que le devoraba. Era un árbol viejo y podrido por de dentro, que ya no daba fruto, pero que aún conservaba la corteza y se engalanaba con la última hoja. En medio de la universal pobreza, ostentábase el mayor lujo en todas las clases; lujo en el vestir, lujo en las mesas, lujo en el menaje, lujo en los espectáculos. La abundancia de otro tiempo, la cultura que fue viniendo después, y en que se distinguió esta época, como luego diremos, había producido gusto y afición a los goces y comodidades de la vida, la pasional boato, al brillo y a las galas. Aficiones son estas a que es difícil renunciar, una vez adquiridas, ya por su natural atractivo, ya porque la vanidad las fomenta y las sostiene, y Castilla semejaba a un hidalgo que después de descender de la opulencia a la escasez por el desarreglo de su hacienda y los desórdenes de su casa, antes consentirá en ver consumada su ruina que en renunciar a los hábitos contraídos en tiempo de prosperidad.
Tan funesta y calamitosa como fue esta época para Castilla bajo el aspecto moral y político, fue propicia y favorable a la cultura y al desarrollo y movimiento intelectual. "Fue esta época, dice Prescott, para la literatura castellana lo que la de Francisco I para la francesa." Pero Aragón había ido también delante de Castilla en las bellas letras y en los estudios cultos, como se le había anticipado en la organización política, todo el tiempo que se adelantó el reinado de don Juan I de Aragón al de don Juan II de Castilla, dos príncipes casi tan semejantes como en los nombres en las buenas y malas cualidades, tan parecidos en su debilidad, en su aversión a los negocios graves de gobierno, en su inhabilidad para manejar el timón del Estado, como en su afición a la música, al canto, a la danza, y a la poesía, a los suaves goces y a los placeres intelectuales, al cultivo y al fomento de la bella literatura.
Tan funesta y calamitosa como fue esta época para Castilla bajo el aspecto moral y político, fue propicia y favorable a la cultura y al desarrollo y movimiento intelectual. "Fue esta época, dice Prescott, para la literatura castellana lo que la de Francisco I para la francesa." Pero Aragón había ido también delante de Castilla en las bellas letras y en los estudios cultos, como se le había anticipado en la organización política, todo el tiempo que se adelantó el reinado de don Juan I de Aragón al de don Juan II de Castilla, dos príncipes casi tan semejantes como en los nombres en las buenas y malas cualidades, tan parecidos en su debilidad, en su aversión a los negocios graves de gobierno, en su inhabilidad para manejar el timón del Estado, como en su afición a la música, al canto, a la danza, y a la poesía, a los suaves goces y a los placeres intelectuales, al cultivo y al fomento de la bella literatura.