Y todavía no se contentó con esto (la reina Isabel). Entre su testamento y su muerte trascurrió aún mes y medio, y en este período, que puede llamarse de agonía, su espíritu admirablemente entero y firme recordó otros asuntos de gobierno que quiso dejar ordenados, y tres días antes de morir otorgó un codicilo (23 de noviembre), dictando diversas disposiciones y providencias. Entre ellas las más notables e importantes son la de dejar encargado al rey y a los príncipes sus sucesores que nombraran una junta de letrados y personas doctas, sabias y experimentadas, para que hiciesen una recopilación de todas las leyes y pragmáticas del reino y las redujeran a un solo cuerpo, donde estuvieran más breve y compendiosamente compiladas, "ordenadamente por sus títulos, por manera que con menos trabajo se puedan ordenar e saber"; pensamiento que había tenido siempre, y que por muchas causas no había podido realizar. Otra de ellas se refería a la reforma de los monasterios, y mandaba se viesen los poderes de los reformadores y conforme a ellos se les diese favor y ayuda, y no más. Otra de las providencias que más honran a la reina Isabel, y que es de lamentar no se cumpliese, siquiera por haber sido dictada en el artículo de la muerte, fue la relativa al trato que se había de dar a los naturales del Nuevo Mundo. Sobre esto encargaba y ordenaba al rey y a los príncipes sus sucesores, que pusieran toda diligencia para no consentir ni dar lugar a que los naturales moradores de las Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, recibiesen agravio alguno en sus personas y bienes, sino que fuesen bien y justamente tratados, y si algún agravio hubiesen ya recibido, que lo remediasen y proveyesen. ¡Admirable mujer que al tiempo de rendir su espíritu se acuerda de los habitantes de otro hemisferio, y no se despide de la tierra sin dejar consignado que es una obligación de humanidad y de justicia tratar benignamente a los infelices indios! ¡Cuán mal se habían de cumplir con aquellas razas desventuradas las benéficas intenciones y mandatos de la piadosa Isabel!
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