Los años pasados (muy poderoso Señor) publiqué la Historia General de España, que compuse en latín, debajo del Real nombre y amparo de vuestro padre el Rey nuestro Señor de gloriosa memoria. Al presente me atrevo a ofrecer la misma, puesta en lenguaje castellano. Como una joya podrá ser de alguna estima para el reinado dichoso, y para la corona de Vuestra Majestad, servicio, según yo pienso, agradable a vuestra benignidad por la grandeza de la empresa, y por el deseo que tengo de aprovechar y servir.
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En todo el discurso se tuvo gran cuenta con la verdad, que es la primera ley de la historia. Los tiempos van averiguados con mucho cuidado y puntualidad. Los años de los moros ajustados con los de Cristo, en que nuestros cronistas todos faltaron. A las ciudades, montes, ríos y otros lugares señalamos los nombres que tuvieron antiguamente en tiempo de Romanos. Finalmente, no nos contentamos con relatar los hechos de un reino sólo, sino los de todas las partes de España, más largo o más breve, según las memorias que hallamos; ni sólo referimos las cosas seglares de los Reyes, sino que tocamos así mismo las eclesiásticas que pertenecen a la Religión, todo con mucha precisión, para que la balumba de historia tan larga y tan varia, a ejemplo de las otras naciones, saliese tolerable. Si bien en los hechos más señalados y batallas nos extendemos a las veces algo más, no de otra manera que los grandes ríos por las hoces van cogidos, y por las vegas salen, cuando se hinchan sus crecientes, de madre. (Del primer epígrafe de esta obra, que consta de las palabras dirigidas por el autor de la misma al Rey Católico de las Españas, Don Felipe Tercero)
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En todo el discurso se tuvo gran cuenta con la verdad, que es la primera ley de la historia. Los tiempos van averiguados con mucho cuidado y puntualidad. Los años de los moros ajustados con los de Cristo, en que nuestros cronistas todos faltaron. A las ciudades, montes, ríos y otros lugares señalamos los nombres que tuvieron antiguamente en tiempo de Romanos. Finalmente, no nos contentamos con relatar los hechos de un reino sólo, sino los de todas las partes de España, más largo o más breve, según las memorias que hallamos; ni sólo referimos las cosas seglares de los Reyes, sino que tocamos así mismo las eclesiásticas que pertenecen a la Religión, todo con mucha precisión, para que la balumba de historia tan larga y tan varia, a ejemplo de las otras naciones, saliese tolerable. Si bien en los hechos más señalados y batallas nos extendemos a las veces algo más, no de otra manera que los grandes ríos por las hoces van cogidos, y por las vegas salen, cuando se hinchan sus crecientes, de madre. (Del primer epígrafe de esta obra, que consta de las palabras dirigidas por el autor de la misma al Rey Católico de las Españas, Don Felipe Tercero)