De la lectura de la historia que Zambrano nos entrega hoy hay muchas cosas explícitas con las que me quedo. De repente le gusta prodigarnos puntos de partida y referencias que no son, ni de lejos, las habitualmente encontradas. Iniciar su disertación acerca del barroco hispano desde los textos de Antonio Eximeno y Pujades es tan extraño que acabamos por considerarlo seriamente; lo mismo sucede cons us referencias a Bulgakov o a Sviatoslav Richter; desde las cuales va dibujando conclusiones novedosas y una inusual lectura de los más diversos temas. Además, esta historia tiene como elemento bienvenido una clara vocación hegemónica, pues ha de ser la única historia de la música occidental donde las cuerdas locales resuenan con ahínco: no hay historia de la música sin Schütz o Monteverdi, pero ésta es la única que también vuelve imprescindible a Gutiérrez de Padilla, el excelso compositor de la Puebla de los Ángeles. Doctor Ricardo Miranda
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