Bernal Díaz nació en 1495 o 1496, en Medina del Campo. Muy joven, en 1514, se embarcó con Pedrarias Dávila, que iba como gobernador de Tierra Firme (Panamá). En 1517, se enrola en la primera expedición al continente, comandada por Francisco Hernández de Córdoba; participó también en la siguiente, la de Juan de Grijalva (1518) y, por supuesto, en la de Cortés (1519). El resto de su biografía en gran medida coincide con su historia, porque la parte central del libro empieza con esta tercera expedición e incluye la marcha hacia México-Tenochtitlan, la conquista, la huida durante la Noche triste , la vuelta y la reconquista de la ciudad, en 1521. En la parte final describe el viaje a Honduras (1524). Vuelve a España, dos veces en 1540 y en 1549, para reivindicar los méritos y beneficios de sus campañas: ése también es el principal objetivo que le mueve a coger la pluma, veinticinco años después de haber colgado las armas, para redactar su crónica, cuya ampliación y traslado finaliza en 1568. Tendrían que pasar 48 años desde su muerte (1584) para que saliese a la luz en Madrid (1632) la primera edición de este grandioso relato, cuya riqueza se la prestan las peripecias de novela de aventuras, taraceada con elementos de la épica y tamizada con técnicas caballerescas. La narración en primera persona, por su parte, le confiere la necesaria verosimilitud, el testimonio directo y emocionado de un hecho único en la historia de la humanidad: el asombroso descubrimiento del Nuevo Mundo, con sus dioses, sus pobladores, su arte, su moral, su urbanismo, sus cultivos, sus animales, sus volcanes… Todo visto con los ojos de un soldado que estuvo siempre al flanco de los generales, que asistió a las grandes decisiones, como embarrancar las naves o apresar a Moctezuma, y que, en fin, acabó sus días como regidor de Guatemala, donde se le sigue respetando como un héroe local.
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