En algún lugar del universo existe un reino fabuloso que escapa al análisis y a la visión del hombre, donde lo imposible es realizable y tiene o no su razón de ser.
En esas fantasmagorías, liberaciones de la mente, el mundo de la fabulación existe para aquellos que son capaces de crearlo y creerlo, de sentirlo y vivirlo.
Son moradas exóticas, inalcanzables en la vida real, pero no por eso dejan de ser bellas y fascinantes.
Al regresar de ellas el vidente siente la tristeza y la nostalgia de no vivir en sus dominios.
Quien no es capaz de fabular y de crear reinos utópicos para asomarse a ellos, es un esclavo de la materia que lo aprisiona.
En esas fantasmagorías, liberaciones de la mente, el mundo de la fabulación existe para aquellos que son capaces de crearlo y creerlo, de sentirlo y vivirlo.
Son moradas exóticas, inalcanzables en la vida real, pero no por eso dejan de ser bellas y fascinantes.
Al regresar de ellas el vidente siente la tristeza y la nostalgia de no vivir en sus dominios.
Quien no es capaz de fabular y de crear reinos utópicos para asomarse a ellos, es un esclavo de la materia que lo aprisiona.