La vida es como un Camino que debemos recorrer y con cada paso, nos acercamos a una meta que previamente habíamos fijado, pero que, por algún motivo, hemos olvidado. Nos corresponde, en consecuencia, reencontrarnos con nuestro propio ser esencial, pues esa es la tarea más importante que todo peregrino, sea del Camino o sea de la vida, debe acometer. El hecho de dormir cada día en un lugar diferente, en condiciones diversas y en medio de personas extrañas, hace que la experiencia se vuelva más profunda, más real, más humana; en el fondo, se trata del más puro desapego a las personas, a las relaciones personales y a las cosas materiales a las que tanto valor solemos darle. Nos damos cuenta que con dos pantalones y dos camisetas podemos vivir un mes, que la vida es más sencilla de lo que creemos y que los límites están impuestos en la mente, no en la realidad. El Camino no deja indiferente a nadie, uno termina siendo absorbido por él y, de cuando en cuando, le mueve las estructuras más profundas del ser. ¡Buen Camino!
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