Año 2003. Tras romper definitivamente con Silvina y acabar su contrato en una agencia de cooperación en Sudáfrica, Andy Tirzo, becario de 27 años, siente que nada le ata ya a ningún lugar y decide emprender un viaje anárquico por Sudamérica, un periplo de más de 12.000 kilómetros por Brasil, Paraguay, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Colombia; una búsqueda incierta que terminará por cambiar su vida para siempre gracias al camino y las gentes que por él pululan. En su deriva Andy visitará muchos de los paisajes míticos de su joven imaginario forjado entre lecturas nocturnas y documentales de la 2, lugares como La Higuera, la aldea de Bolivia donde mataron a Ernesto Guevara; las alturas del Machu Picchu; los desiertos chilenos; la Cordillera; la estepa argentina y su fondo sur: Ushuaia, para ser engullido por una espiral de emociones llamada Buenos Aires, antes de poder escapar de nuevo hacia el norte y, con suerte, vislumbrar su futuro mientras remonta el Amazonas hasta Colombia. Al paso le saldrán personajes con existencias y acentos diversos, historias submundiales, como la de un agente del Mossad con aire de perdedor, una taxista paraguaya que sobrevive en la jungla de Buenos Aires, un fontanero australiano adicto al porno casero, un argentino deportado de Ibiza, una azafata chilena de la que se enamorará platónicamente, prostitutas, fantoches, y la vaga silueta de un chamán en las fuentes de un poderoso río al final de todo. Entre conciertos de rock, poetas guía, sustancias, investiduras presidenciales, y con la foto de las Azores de fondo, el subconsciente del viajero se va liberando de etiquetas en pos de una libertad engañosa, ignorando aún su dependencia vitalicia de los autobuses que se marchan rumbo al sur, en suma, un esclavo de la búsqueda. Una novela capaz de herir la sensibilidad de aquellos seres hipotecados a sus rutinas, una historia que podría arrastrarte a despertar un día a bordo de un avión o un bus mientras te preguntas: ¿Qué coño estoy haciendo?
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