Es difícil calificar un libro que nos ofrece nada menos que el patrimonio intelectual de la humanidad. No se encontrará en sus páginas la majestad de los reyes, o el fragor de las batallas, sino la belleza de las intuiciones, las ideas y las invenciones que, desde la noche de los tiempos, ha desarrollado el hombre para mejorar su condición y su vida.
Peter Watson –autor de la celebrada Historia intelectual del siglo XX— se remonta a casi tres millones de años atrás, con la invención del hacha de sílex, para explorar los primeros lenguajes, el nacimiento de los dioses, el origen del arte, la filosofía y la ciencia, o las profundas consecuencias de la creación del dinero. Describe la aparición de la escritura, las ideas de justicia y derecho o la noción del alma, y explica cómo se concibieron los números, cómo se inventaron la rueda, el papel, la brújula, la imprenta o el telégrafo, cómo surgieron la filosofía y la ciencia, la medicina, la economía y el capitalismo. El autor estudia las conexiones en el tiempo y en el espacio de las ideas de filósofos, juristas, líderes religiosos, descubridores, inventores, creadores y pensadores, desde el Gilgamesh hasta Sigmund Freud, e identifica las tres ideas que, en su opinión, más han influido en la historia de la humanidad: el alma, la invención de Europa y el método científico.
Todo está en este libro, desde la conquista del fuego hasta la tecnología punta de nuestros días. Pero también la conciencia de que el progreso no ha sido constante en el tiempo ni ha afectado –ni afecta- por igual a toda la humanidad. Con razón nos dice Watson que la vida intelectual, que es la dimensión más importante y satisfactoria de nuestra existencia, es cosa frágil, que se quiebra o destruye con gran facilidad. Por eso este libro, que John Gray ha calificado de “obra maestra de la historiografía”, plantea tantas preguntas. Y trata de responder a ellas.