La infancia me manda postales
Estaba buscando entre los versos de Michael Krüger, poeta y editor alemán, para preparar una conversación con él en Múnich, y hallé este verso que desde entonces, en torno a 2009, ronda mi cabeza y marca el tono de mis conversaciones con gente a la que entrevisto. El verso dice: “A veces la infancia me manda una postal”.
Ha sido desde entonces un leitmotiv, un modo de iniciar una serie de perfiles que escribo para El País Semanal. Y también fue, de inmediato, el modo de abordar esta serie que hice de inmediato para el suplemento Domingo de mi periódico. En este caso, propuse a cada uno de los entrevistados, desde el director de la Academia de la Lengua al seleccionador nacional de fútbol, que me contaran cómo habían sido esos años en los que según Rilke, Juan Goytisolo, Octavio Paz y tantos más reside la patria de la gente.
José Saramago escribió que uno va con el niño que fue. Así es, así ha sido siempre; dentro del rostro hecho de un hombre siempre hay ese espectro alegre e inocente de la infancia, esa postal que recupera su frescura de vez en cuando y nos devuelve a lo mejor de la vida, que está en la niñez.
He aquí, en libro, el resultado de aquel descubrimiento, el verso de Krüger, utilizado aquí para cumplir un propósito humano y periodístico, saber del otro, de lo mejor del otro.
Juan Cruz Ruiz
Madrid, noviembre de 2013
Estaba buscando entre los versos de Michael Krüger, poeta y editor alemán, para preparar una conversación con él en Múnich, y hallé este verso que desde entonces, en torno a 2009, ronda mi cabeza y marca el tono de mis conversaciones con gente a la que entrevisto. El verso dice: “A veces la infancia me manda una postal”.
Ha sido desde entonces un leitmotiv, un modo de iniciar una serie de perfiles que escribo para El País Semanal. Y también fue, de inmediato, el modo de abordar esta serie que hice de inmediato para el suplemento Domingo de mi periódico. En este caso, propuse a cada uno de los entrevistados, desde el director de la Academia de la Lengua al seleccionador nacional de fútbol, que me contaran cómo habían sido esos años en los que según Rilke, Juan Goytisolo, Octavio Paz y tantos más reside la patria de la gente.
José Saramago escribió que uno va con el niño que fue. Así es, así ha sido siempre; dentro del rostro hecho de un hombre siempre hay ese espectro alegre e inocente de la infancia, esa postal que recupera su frescura de vez en cuando y nos devuelve a lo mejor de la vida, que está en la niñez.
He aquí, en libro, el resultado de aquel descubrimiento, el verso de Krüger, utilizado aquí para cumplir un propósito humano y periodístico, saber del otro, de lo mejor del otro.
Juan Cruz Ruiz
Madrid, noviembre de 2013
